El primer obstáculo para la realización de la felicidad consiste
en no reconocer el sufrimiento como lo que es. Muchas veces consideramos
felicidad lo que no es más que sufrimiento disfrazado. Esa ignorancia nos
impide buscar sus causas y, por consiguiente, ponerles remedio. Somos como
algunos enfermos, que, inconscientes del mal que padecen, no identifican los
síntomas de su enfermedad y consideran innecesario someterse a un
reconocimiento médico. O peor aún, como esos que saben que están enfermos, pero
prefieren esconder la cabeza bajo el ala en lugar de seguir un tratamiento.
Hace más de dos mil quinientos años, siete semanas después de
haber alcanzado la iluminación bajo el árbol de la Bodhi, el Buda impartió su
primera enseñanza en el parque de las Gacelas, en los alrededores de Benarés.
Allí enunció las Cuatro Nobles Verdades. La primera es la verdad del
sufrimiento. No sólo el sufrimiento que salta a los ojos, sino también, sus formas más sutiles. La segunda es la
verdad de las causas del sufrimiento, la ignorancia que provoca el deseo ávido,
la maldad, el orgullo y muchos otros pensamientos que envenenan nuestra vida y
la de los demás. Dado que los venenos mentales pueden ser eliminados, la
cesación del sufrimiento –la tercera verdad- es posible. La cuarta verdad es la
vía que transforma esta posibilidad en realidad. Dicha vía es el proceso que
pone en práctica todos los métodos que permiten eliminar las causas
fundamentales del sufrimiento. En suma, hay que:
Reconocer el
sufrimiento.
Eliminar el origen.
Conseguir su cesación.
Y a tal fin practicar la vía.
Eliminar el origen.
Conseguir su cesación.
Y a tal fin practicar la vía.
El hecho de que, desde el primer sermón, el Buda pusiera el
acento en el sufrimiento no refleja en absoluto una visión pesimista de la existencia.
A semejanza de un médico experimentado, nos empuja a reconocer la naturaleza de
ese sufrimiento para identificar sus causas, encontrar los remedios y
aplicarlos. Por eso las enseñanzas budistas dicen a menudo que debemos
considerarnos a nosotros mismos enfermos, al Buda o maestro espiritual, un
hábil médico, su enseñanza, una prescripción, y el camino de la transformación
personal, el proceso de curación.