El tercer
método es el de los contemplativos. Sin duda es el menos evidente, pero podemos
inspirarnos en él para reducir nuestros sufrimientos físicos y mentales.
Consiste en contemplar la naturaleza de la mente que sufre. Los maestros
budistas enseñan el método siguiente: cuando se siente un intenso dolor físico
o mental, simplemente hay que mirarlo. Aun
cuando su presencia resulte lancinante, preguntémonos de qué color es, qué
forma tiene o cualquier otra característica inmutable. Entonces nos percatamos de
que los contornos del color se desvanecen a medida que intentamos delimitarlos.
En definitiva, reconocemos que detrás del dolor hay una presencia consciente,
la misma que se encuentra en la fuente de toda sensación y de todo pensamiento.
La naturaleza fundamental de la mente es esa facultad pura de conocimiento.
Relajemos la mente e intentemos dejar que el dolor descanse en esa naturaleza
clara e inalterable. Eso nos permitirá no continuar siendo víctimas pasivas del
dolor, sino hacerle frente poco a poco y poner remedio a la devastación que
provoca en nuestra mente.