Creencia número 3: Asumir la responsabilidad, pase lo que pase.
ANTHONY ROBBINS
Éste es otro atributo de los grandes triunfadores: actúan a
partir de la creencia de que son ellos quienes mueven su mundo. Una y otra vez
se les oye decir: “Yo soy el responsable. Esto es cosa mía”.
Tal coincidencia de criterios no es casual. Los triunfadores
tienden a creer que, no importa lo que haya ocurrido, bueno o malo, ellos lo
crearon. Si no lo hicieron por medio de una acción física, entonces fue tal vez
por la influencia del nivel y tenor de sus conocimientos. Yo no sé si eso será
verdad. Si nuestros pensamientos crean nuestra realidad, no me parece que
ningún científico pueda demostrarlo. Pero es una mentira útil, una creencia
vigorizante, y por eso prefiero creerlo yo también. Creo que somos nosotros
quienes generamos nuestras experiencias en la vida (bien sea por la acción o
con el pensamiento), y que podemos aprender de todas ellas.
Si usted no está convencido de ser el creador de su mundo, bien
sea a través de sus éxitos o de sus fracasos, entonces se halla a merced de las
circunstancias. Es usted víctima de las cosas que pasan: el objeto y no el
sujeto. Voy a decirle una cosa, y es que si fueran ésas mis convicciones,
saldría a buscar ahora mismo otra cultura, otros mundos, otros planetas. ¿Para
qué vivir aquí, si uno es sólo el producto de fuerzas externas que actúan al
azar?
Asumir la responsabilidad es, en mi opinión, una de las medidas
que mejor definen el poder y la madurez de una personalidad. Es también un
ejemplo de cómo las creencias sustentan otras creencias, de la capacidad “sinérgica”
de un sistema de creencias coherente. Si usted no cree en el fracaso, si se
sabe autor de todo desenlace, al asumir la responsabilidad no tiene nada que
perder y sí mucho que ganar. El que domina la situación tiene asegurado el
éxito.
John F. Kennedy tenía ese sistema de creencias. Dan Rather ha
dicho que Kennedy se convirtió en un verdadero líder después del incidente de
la Bahía de Cochinos – con la fracasada invasión de Cuba -, cuando se presentó
ante el pueblo estadounidense y declaró que lo de la Bahía de Cochinos había
sido una atrocidad que no debió ocurrir jamás… y asumió toda la responsabilidad
por ello. Cuando hizo eso dejó de ser un joven político habilidoso para
transformarse en un verdadero líder. Los que asumen la responsabilidad ejercen
el poder; los que la eluden son desposeídos.
Este mismo principio de la responsabilidad rige a un nivel
personal. Muchos de nosotros hemos pasado por la experiencia de tratar de
expresar una emoción positiva hacia otra persona, como manifestarle nuestro
amor o decirle que comprendemos su problema, y nuestro interlocutor, en vez de
acusar ese mensaje positivo, lo ha interpretado de manera negativa,
produciéndose entonces una reacción de enfado u hostilidad. A menudo, nosotros
tendemos entonces a enfadarnos también, a echarles la culpa y decir que allá
ellos, atribuyéndoles la responsabilidad de cualquier daño o efecto negativo
que pueda ocurrir. Es la salida más fácil, pero no siempre es la más acertada.
Es posible que nuestra comunicación sea el factor desencadenante. Usted todavía
puede conseguir que su comunicación produzca el resultado deseado si no pierde
de vista ese desenlace, es decir, el
comportamiento que usted deseaba crear. Puede aún cambiar su propia conducta,
su tono de voz, sus expresiones faciales y muchas otras cosas más. Hay que
decirse que el sentido de la comunicación es la reacción que uno obtiene. Al
cambiar sus acciones podrá cambiar su comunicación. Al retener y asumir la
responsabilidad de ella, usted retiene el poder de cambiar los resultados que
va obteniendo.