En el contexto de deshumanización y violencia que vivimos, el
objetivo de toda genuina educación y de toda auténtica pedagogía, no puede ser
otro que recuperar la dignidad de la persona y enseñar a vivir humanamente
aprovechando todo lo positivo que también nos entrega este mismo mundo
profundamente dual. Una educación que recupere la aventura apasionante de
construir personas, de priorizar al ser humano.
En todo caso, lo importante es insistir y acentuar el fin último
de la educación, sobre todo cuando en el mundo se han instalado con fuerza la
desigualdad, la exclusión, el abandono, la deshumanización dejando al margen la
dignidad y el valor de la persona.
Basta
ver el mapa mundial de la pobreza, el hambre, la desnutrición, las formas
particulares de violencia cercanas a nuestra existencia, violencia familiar,
ciudadana, política, de género, de sobreexplotación laboral, de tergiversación
subjetiva de la información objetiva de los hechos sea por causa o por defecto,
sea para alabar o denigrar, sea por intereses de la nación o de intereses
particulares.
Vivir
es hacerse, construirse, inventarse, desarrollar los talentos y posibilidades
que poseemos. Nos dieron el poder maravilloso de la vida, pero no nos la
dieron hecha. En nuestras manos está la posibilidad de gastarla en la
banalidad, la mediocridad o llenarla de sentido. Podemos aumentar la
violencia o ser constructores de paz, vivir, negando o destruyendo la vida, o
vivir defendiendo la vida, dando vida.
En un mundo estructuralmente
contradictorio en el que los valores y antivalores se enfrentan, pero que a la
postre conviven como una solución no deseada pero real, la educación en su
esencia y finalidad debe indignarse, sublevarse, esforzarse, inventarse permanentemente,
porque es imperativo cambiarla y mejorarla para que avance en la ruta del ser
humano, de la humanización.
Educar es ayudar a cada alumno a conocerse, valorarse y emprender con decisión y con los medios necesarios, el reto de su propia realización.
Educar es ayudar a cada alumno a conocerse, valorarse y emprender con decisión y con los medios necesarios, el reto de su propia realización.