Estar
dispuesto a dudar, cambiar de opinión y aceptar los errores, parece ser una
buena estrategia para evitar el estrés, la depresión y la mala relación con los
demás.
Actualmente, las investigaciones realizadas por psicólogos y
sociólogos a nivel mundial muestran que la gente cuyo procesamiento de la
información es cerrado y resistente al cambio, no solo generan trastornos
psicológicos personales sino que afectan significativamente a la sociedad en la
que viven. El poder del pensamiento flexible radica en dos puntos clave:
mejorar la calidad de vida e incrementar la fuerza adaptativa.
Los individuos poseen tres tipos de mentes bien diferenciadas.
Primero las personas dueñas de la verdad y cuyas creencias, principios y
valores son inalterables cuentan con una mente rígida. Segundo, los individuos
sin ideología y que no gustan de profundizar en las ideas. “Es una mente cómoda
que se adapta al recipiente que la contiene. No deja huella”. Y tercero las
personas de mente flexible que tienen principios, pero suelen revisarlos y dudar
de ellos, dependiendo de la evidencia que tenga enfrente, la mente flexible
está abierta al cambio y a las nuevas experiencias, son capaces de escuchar
otras opiniones con respeto y sin prejuicios.
Las personas que tienen pensamientos flexibles crean enfoques
mentales desde diferentes perspectivas, todo lo contrario del pensamiento
rígido o dogmático. Entonces una persona flexible podrá encontrar formas
creativas de solucionar los problemas; en cambio, una persona rígida intentará
resolver sus dificultades siempre de la misma manera, aunque no obtenga los
resultados que desea. Incluso difícilmente da su “brazo a torcer”, a tal punto
que prefiere perder lo poco que ha obtenido porque no sabe ceder. En cambio, un
pensamiento flexible permite a las personas tener facilidad para relacionarse
en los diferentes ambientes, permite estar en capacidad de interactuar y de
aceptar a los demás tal y como son.
El estilo de cada persona se va formando a lo largo de su vida,
desde sus tempranas experiencias. Sus modelos a seguir serán principalmente los
familiares. Una persona criada por un padre rígido tendrá más probabilidad de
generar rigidez, o su contrario, permisividad, o incluso con conductas
caóticas, pues se rebela y desobedece a los esquemas que lo obligan a seguir.
La mente flexible fortalece el yo, por eso la mejor estrategia
que los padres pueden usar para criar a sus hijos es proporcionarles el apoyo afectivo
y emocional que necesiten para crecer y desarrollarse, dándoles un buen clima
en el que se sientan totalmente queridos. Al igual que una planta necesita sol
y lluvia, el niño necesita cariño y protección, pero también requiere que se
respeten sus gustos, creatividad, sus actitudes constructivas, talentos y
vocación. Los hijos no son propiedad de nadie y hay que alentarlos a que
desarrollen su individualidad, el respeto y consideración por los demás.
El objetivo principal de toda persona debería ser lograr la plena
felicidad, tomando como camino a seguir el que tenga menos obstáculos y le
brinde completa comodidad. Para lograr esto se necesita estar preparados para
cualquier tipo de adaptación que sea necesaria y no temer el cambio. Las
personas de mente flexible tienen la habilidad de buscar o crear caminos
correctos para el desarrollo de sus planes y si por algún motivo el camino no
les brinda lo que ellos necesitan están completamente dispuestos a dudar de ese
principio, escuchar consejos y mejorarlo o cambiarlo por uno mejor, para lograr
así llegar a la meta anhelada. En conclusión, el pensamiento flexible es un
factor de protección contra las enfermedades psicológicas, genera mayor
bienestar y mejores relaciones interpersonales, y nos acerca a una vida más
tranquila y feliz. Si decidimos ser flexibles, nos quitaremos un enorme peso de
encima al ver que nada está predeterminado y que, por lo tanto, tenemos que
decidir por nosotros mismos basándonos en nuestros instintos y conocimientos en
lugar de seguir un esquema planteado por una sociedad rígida e inflexible que
no es capaz de ser imparcial y mantiene a las personas presas en sus reglas.
Para poder cambiar el hecho de tener una mente rígida a una
mente flexible es necesario que estemos más conscientes de nuestras actitudes,
comportamientos, nuestro entorno, las formas de apreciar, analizar y valorar
todo lo que nos rodea y cómo reaccionamos ante diferentes situaciones que
afrontamos diariamente. Si tomamos esto como un ejercicio diario, nuestra mente
poco a poco irá dejando los prejuicios, las tradiciones y sobretodo el
dogmatismo; dándonos definitivamente un mejor estilo de vida y ayudándonos a
conseguir las metas a las que queremos llegar.