LUIS CÁRDENAS: RETRATO DE UN ARTISTA INCOMENSURABLE
( 1ª Jornadas sobre Cultura GLBT del IES "Duque de Rivas")
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Olmo Berlinghieri Dalcó- 17.05.06
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El invitado de este año, el artista cordobés Luis Cárdenas, cuenta que cuando nació ya dormitaban en aquella cama además de sus padres tres hermanos, y recuerda con nostalgia aquella única estancia que tenían por morada. Su madre anhelaba poder alquilar la habitación contigua a don Manuel cuando la vecina de al lado se trasladara a las casas nuevas... y es que por un tiempo ya eran siete durmiendo en el mismo lecho.
Les tocó la lotería; la vecina se fue y la habitación con mucho esfuerzo para don Manuel se la alquilaron a sus padres.
Una felicidad efímera jalonada por la miseria de una época y las peleas continuas entre los progenitores. Entre tanto chiquillo y tantas dificultades el padre de Luis se refugió en el alcohol.
Retazos de un tiempo condicionado por desafectos y enfermedades.
Porque allí donde había una enfermedad iba Luisín y la cogía y en más de una ocasión tuvo cercana la muerte.... y luego, la gente del pueblo le preguntaba:
Y tú, ¿por qué pintas tan negro?.
En la escuela primaria anhelaba la llegada del sábado, día que dedicaban al dibujo haciendo copias del libro de Historia Sagrada. Pasaron los años, y con ellos, un inusitado interés por todo lo que tuviera que ver con el arte.
Soñaba con visitar el Partenón, los grandes museos, las viejas ciudades... Entretanto, deseaba ponerse enfermo para que le llevaran a Córdoba, para así poder perderse por los museos de la ciudad. A los 19 años, después de realizar un largo viaje por España y la vieja Europa materializó su deseo de visitar la Acrópolis en la capital griega.
Con 18 años expone por primera vez en Córdoba y entra en contacto con los intelectuales de la época más significados que conformaban el “Grupo Cántico”.
Su pintura era entonces dramática, tremendista, monocromática, reveladora de un mundo interior que se rompía en mil pedazos. Buscaba una luz que le permitiera salir del pozo en el que estaba inmerso.
El trabajo continuado, la introspección personal y el familiarizarse con los propios demonios le permitió no quedarse estancado en las pinturas negras, que podrían recordar a Gutiérrez Solnaa o a los expresionistas alemanes.
Como en un exorcismo se ha depurado, y ahora está en una etapa más reflexiva, psicoanalítica e intimista.
Dentro de Luis Cárdenas habita un poeta. En 1987 publicó "Naufrago en mí", un libro de poemas del que hoy realizará una lectura dramatizada.
Se ha recluido voluntariamente en su estudio de Montilla. Y se confiesa más a gusto que nunca. Atrás queda el oropel de las grandes exposiciones en las que ha participado.
No ha vuelto a escribir porque ya no necesita llorar. Se ha vuelto un sibarita de los placeres mundanos y confiesa que la vida es un regalo maravilloso.
No se deja domesticar y arremete contra el arte actual mediatizado por la cultura del mercadeo. Señala que el arte, la magia y la vida son intemporales; que no tienen espacio ni tiempo y que ya todo está descubierto. Lo único que se hace es reinterpretar y a veces de un modo demoníaco.
Se declara bisexual y colabora activamente con la Asociación de Ex Presos Sociales reivindicando la dignidad de la memoria para la causa rosa.
Altruismo que extiende hoy a nuestro Instituto creando un logotipo específico para la Tutoría de Atención a la Diversidad Afectivo–Sexual.
Así es Luis Cárdenas, un hombre obsesionado por retener en la pared de un lienzo, en un bloque de mármol o en un poema, un instante, que lamentablemente, será putrefacto.
Porque el arte es tragedia, y nosotros testigos mudos del irremediable dolor de no saber el porqué.
Gracias Luis por tu esfuerzo, por tu generosidad y por compartir con nosotros tu universo.
Nos preparamos para oir tu silencioso aullido prehistórico al sabernos parte y extraños de este milagro que es la vida.
Tuya es la palabra y éste nuestro aplauso.
Les tocó la lotería; la vecina se fue y la habitación con mucho esfuerzo para don Manuel se la alquilaron a sus padres.
Una felicidad efímera jalonada por la miseria de una época y las peleas continuas entre los progenitores. Entre tanto chiquillo y tantas dificultades el padre de Luis se refugió en el alcohol.
Retazos de un tiempo condicionado por desafectos y enfermedades.
Porque allí donde había una enfermedad iba Luisín y la cogía y en más de una ocasión tuvo cercana la muerte.... y luego, la gente del pueblo le preguntaba:
Y tú, ¿por qué pintas tan negro?.
En la escuela primaria anhelaba la llegada del sábado, día que dedicaban al dibujo haciendo copias del libro de Historia Sagrada. Pasaron los años, y con ellos, un inusitado interés por todo lo que tuviera que ver con el arte.
Soñaba con visitar el Partenón, los grandes museos, las viejas ciudades... Entretanto, deseaba ponerse enfermo para que le llevaran a Córdoba, para así poder perderse por los museos de la ciudad. A los 19 años, después de realizar un largo viaje por España y la vieja Europa materializó su deseo de visitar la Acrópolis en la capital griega.
Con 18 años expone por primera vez en Córdoba y entra en contacto con los intelectuales de la época más significados que conformaban el “Grupo Cántico”.
Su pintura era entonces dramática, tremendista, monocromática, reveladora de un mundo interior que se rompía en mil pedazos. Buscaba una luz que le permitiera salir del pozo en el que estaba inmerso.
El trabajo continuado, la introspección personal y el familiarizarse con los propios demonios le permitió no quedarse estancado en las pinturas negras, que podrían recordar a Gutiérrez Solnaa o a los expresionistas alemanes.
Como en un exorcismo se ha depurado, y ahora está en una etapa más reflexiva, psicoanalítica e intimista.
Dentro de Luis Cárdenas habita un poeta. En 1987 publicó "Naufrago en mí", un libro de poemas del que hoy realizará una lectura dramatizada.
Se ha recluido voluntariamente en su estudio de Montilla. Y se confiesa más a gusto que nunca. Atrás queda el oropel de las grandes exposiciones en las que ha participado.
No ha vuelto a escribir porque ya no necesita llorar. Se ha vuelto un sibarita de los placeres mundanos y confiesa que la vida es un regalo maravilloso.
No se deja domesticar y arremete contra el arte actual mediatizado por la cultura del mercadeo. Señala que el arte, la magia y la vida son intemporales; que no tienen espacio ni tiempo y que ya todo está descubierto. Lo único que se hace es reinterpretar y a veces de un modo demoníaco.
Se declara bisexual y colabora activamente con la Asociación de Ex Presos Sociales reivindicando la dignidad de la memoria para la causa rosa.
Altruismo que extiende hoy a nuestro Instituto creando un logotipo específico para la Tutoría de Atención a la Diversidad Afectivo–Sexual.
Así es Luis Cárdenas, un hombre obsesionado por retener en la pared de un lienzo, en un bloque de mármol o en un poema, un instante, que lamentablemente, será putrefacto.
Porque el arte es tragedia, y nosotros testigos mudos del irremediable dolor de no saber el porqué.
Gracias Luis por tu esfuerzo, por tu generosidad y por compartir con nosotros tu universo.
Nos preparamos para oir tu silencioso aullido prehistórico al sabernos parte y extraños de este milagro que es la vida.
Tuya es la palabra y éste nuestro aplauso.
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LO ETERNO REGALADO
Ese amor desesperado
que perturba el universo de los vivos
no es más que el deseo común
de ser un eslabón
en el abrazo.
Ese sueño del mundo
por conquistar vanamente
lo eterno regalado
es el fruto amargo
de un continuo cuerpo en negación.
Y ese desenfreno
por llenar de naturaleza muerta
la vanidad y el vacío
es quien progresivamente
nos destruye.
Ese amor desesperado
que perturba el universo de los vivos
no es más que el deseo común
de ser un eslabón
en el abrazo.
Ese sueño del mundo
por conquistar vanamente
lo eterno regalado
es el fruto amargo
de un continuo cuerpo en negación.
Y ese desenfreno
por llenar de naturaleza muerta
la vanidad y el vacío
es quien progresivamente
nos destruye.
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QUE ME QUEMEN
Que me quemen cuando muera
que no quiero más gusanos sobre mí.
Que me quemen cuando muera
que no quiero más gusanos sobre mí.
Que me quemen cuando esté bien muerto,
¡Oh, Dios!
Bajo tierra y en un cajón cerrado
Yo no puedo vivir.
¡Que me quemen! ¡Que me quemen!
te lo suplico a tí.
No quiero campanas;
no quiero misas;
no quiero sombras;
te quiero a tí.
Coje mis cenizas en tus brazos.
¡Sácame pronto de allí!
No me metas en Montilla.
Llévame a las viñas
donde yo viví.
Junto a la huerta “Los Limones”
mirando a mi pueblo,
en esa viña,
rocíame, rocíame a mí.