Hasta ahora lo decían los iluminados, los meditadores
y los sabios; ahora también lo dice la ciencia: son nuestros pensamientos los que en gran medida han
creado y crean continuamente nuestro mundo.
La zona prefrontal del cerebro, el lugar
donde tiene lugar el pensamiento más avanzado, donde se inventa nuestro futuro,
donde valoramos alternativas y estrategias para solucionar los problemas y
tomar decisiones, está tremendamente influida por el sistema límbico, que es
nuestro cerebro emocional.
Por eso, lo que el corazón quiere
sentir, la mente se lo acaba mostrando.
Hay que entrenar esa mente.
-Más de 25 años ejerciendo de cirujano.
¿Conclusión?
-Puedo atestiguar que una persona
ilusionada, comprometida y que confía en sí misma puede ir mucho más allá de
lo que cabría esperar por su trayectoria.
-¿Psiconeuroinmunobiología?
-Sí, es la ciencia que estudia la
conexión que existe entre el pensamiento, la palabra, la mentalidad y la
fisiología del ser humano. Una conexión que desafía el paradigma tradicional.
El pensamiento y la palabra son
una forma de energía vital que tiene la capacidad (y ha sido demostrado de
forma sostenible) de interactuar con el organismo y producir cambios físicos
muy profundos.
-¿De qué se trata?
-Se ha demostrado en diversos estudios
que un minuto en un pensamiento negativo deja el sistema inmunitario en una
situación delicada durante seis horas. El distrés, esa sensación de agobio
permanente, produce cambios muy sorprendentes en el funcionamiento del cerebro
y en la constelación hormonal.
-¿Qué tipo de cambios?
-Tiene la capacidad de lesionar neuronas
de la memoria y del aprendizaje localizadas en el hipocampo, y afecta a nuestra
capacidad intelectual porque deja sin riego sanguíneo aquellas zonas del
cerebro más necesarias para tomar decisiones adecuadas.
-¿Tenemos recursos para combatir al
enemigo interior, o eso es cosa de sabios?
-Un valioso recurso contra la
preocupación es llevar la atención a la respiración abdominal, que tiene por sí
sola la capacidad de producir cambios en el cerebro. Favorece la secreción de
hormonas como la serotonina y la endorfina y mejora la sintonía de ritmos
cerebrales entre los dos hemisferios.
-¿Cambiar la mente a través del cuerpo?
-Sí. Hay que sacar el foco de atención
de esos pensamientos que nos están alterando, provocando desánimo, ira o
preocupación, y que hacen que nuestras decisiones partan desde un punto de
vista inadecuado.
Es más inteligente, no más razonable,
llevar el foco de atención a la respiración, que tiene la capacidad de serenar
nuestro estado mental.
-¿Dice que no hay que ser razonable?
-Siempre encontraremos razones para
justificar nuestro mal humor, estrés o tristeza, y esa es una línea determinada
de pensamiento. Pero cuando nos basamos en cómo queremos vivir, por ejemplo sin
tristeza, aparece otra línea. Son más importantes el qué y el porqué que el
cómo. Lo que el corazón quiere sentir, la mente se lo acaba mostrando.
-Exagera.
-Cuando nuestro cerebro da un
significado a algo, nosotros lo vivimos como la absoluta realidad, sin ser
conscientes de que sólo es una interpretación de la realidad.
-Más recursos…
-La
palabra es una forma de energía vital. Se ha podido fotografiar con tomografía
de emisión de positrones cómo las personas que decidieron hablarse a sí mismas
de una manera más positiva, específicamente personas con trastornos
psiquiátricos, consiguieron remodelar físicamente su estructura cerebral,
precisamente los circuitos que les generaban estas enfermedades.
-¿Podemos cambiar nuestro cerebro con
buenas palabras?
-Santiago
Ramón y Cajal, premio Nobel de Medicina en 1906, dijo una frase tremendamente
potente que en su momento pensamos que era metafórica. Ahora sabemos que es
literal: “Todo ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de su propio
cerebro”.
-¿Seguro que no exagera?
-No.
Según cómo nos hablamos a nosotros mismos moldeamos nuestras emociones, que
cambian nuestras percepciones.
La
transformación del observador (nosotros) altera el proceso observado. No vemos el mundo que es, vemos el mundo que
somos.
-¿Hablamos de filosofía o de ciencia?
-Las
palabras por sí solas activan los núcleos amigdalinos. Pueden activar, por
ejemplo, los núcleos del miedo que transforman las hormonas y los procesos
mentales.
Científicos
de Harward han demostrado que cuando la persona consigue reducir esa cacofonía
interior y entrar en el silencio, las migrañas y el dolor coronario pueden
reducirse un 80%.
-¿Cuál es el efecto de las palabras no
dichas?
-Solemos confundir nuestros puntos de vista con la
verdad, y eso se transmite: la percepción
va más allá de la razón. Según estudios de Albert Merhabian, de la Universidad
de California (UCLA), el 93% del impacto de una comunicación va por debajo de
la conciencia.
-¿Por qué nos cuesta tanto cambiar?
-El miedo nos impide salir de la zona de confort, tendemos a la seguridad de lo conocido, y esa
actitud nos impide realizarnos. Para crecer hay que salir de esa zona.
-La mayor parte de los actos de nuestra
vida se rigen por el inconsciente.
-Reaccionamos
según unos automatismos que hemos ido incorporando. Pensamos que la
espontaneidad es un valor; pero para que haya espontaneidad primero ha de haber
preparación, si no sólo hay automatismos. Cada vez estoy más convencido del
poder que tiene el entrenamiento de la mente.
-Déme alguna pista.
-Cambie
hábitos de pensamiento y entrene su integridad honrando su propia palabra.
Cuando
decimos “voy a hacer esto” y no lo hacemos alteramos físicamente nuestro
cerebro.