JORGE LOMAR - EL UNIVERSO HOLÍSTICO
Hablamos de la culpa. Si, ya sé, no te gusta. Es precisamente este el último tema al que tu mente quiere mirar. Pero verás que merece la pena saber un poco más sobre este virus mental. Para empezar, es interesante que te des cuenta de que el perdón solo tiene sentido cuando antes ha habido culpa. O alguien culpabiliza a otra persona, o alguien se siente culpable. En cualquiera de estos casos hay un error mental que produce como consecuencia ataque, conflicto, miedo, sufrimiento y separación.
Uno de los significados más profundos
del perdón es la disolución de la culpa, lo cual implica la corrección de este
error mental. Si te das cuenta, la auténtica sanación solo puede darse en la
mente, ya que es ahí donde radica la verdadera causa de todo sufrimiento.
Hoy día, en el campo terapéutico
hablamos mucho de “programas” o “guiones” mentales. El desarrollo de la
informática ha permitido que nos familiaricemos con estos conceptos y ver
claramente que nuestra mente funciona también así.
El personaje es la parte de tu mente
sometida a los programas. Está tan fuertemente condicionado por su pasado y sus
interpretaciones de la realidad, que muchas veces, al vernos totalmente metidos
en ese personaje que interpretamos, nos da la impresión de que es imposible
escapar de la película que se rueda en la propia mente. Es por esto, que hoy
día se contempla el crecimiento humano como una verdadera liberación de la
mente, la desprogramación de todos los patrones que limitan nuestra libertad.
El más importante de estos patrones, debido a las ramificaciones de dolor que
produce, es la culpa.
Error,
sufrimiento y culpa
Pongamos por ejemplo, que has hecho algo
de lo que te consideras culpable. Este es el nivel más sencillo de
culpabilidad. A este nivel es muy difícil que alguien se de cuenta de cómo
opera el virus mental. Uno dice “lo que he hecho ha estado mal, y por eso me
siento culpable”. Y ya está. Está tan socializado que nadie encuentra nada raro
en ello. Normalmente, al “hacer algo mal” lo llamamos error, y se caracteriza
porque produce algún tipo de sufrimiento, molestia, carencia u ofensa a
alguien. Por lo tanto ya tenemos entrelazados los conceptos de
error-sufrimiento-culpa.
Pero sin embargo, ha habido una
variación importantísima de conciencia en la percepción de la situación entre
el momento del suceso [“el error”] y el momento en que te sientes culpable.
Cuando hiciste lo que ahora te parece un error, en ese mismo momento, no te
pareció un error. Todos tus programas mentales, tu sentir de ese momento
–consecuencia de tu modelo mental-, tus miedos y deseos, tu personaje eligió
hacer lo que hizo desde su interpretación del momento. Y no encontraste nada
mejor que hacer, ya sea porque no viste correctamente la dimensión del asunto,
ya sea porque no estabas bien informado, porque seguías un consejo o una orden
desacertada, o simplemente porque tenías miedo o deseabas algo con
ansiedad... No pudiste hacer otra cosa, porque no la hiciste.
Puede ser que fuera el miedo el que te
impulsase a hacerlo, o bien la falta de información, el desconocimiento o la
inexperiencia, cualquiera de los habituales aprisionamientos mentales. Todo
ello son formas de inconsciencia, con lo que llegamos a una conclusión clara:
el error sucede siempre debido a la inconsciencia. De modo que en el momento de
la acción no podías hacer otra cosa más que la que hiciste. Si no veías, es
decir, si no eras consciente, ni siquiera tenías la libertad de elegir.
Todo error es producto
de la inconsciencia.
Sin conciencia no hay
libertad.
En este punto podemos observar los
argumentos de la culpa: “Debiste haber pensado más en ello” “Debiste haber
calculado las consecuencias” “Debiste haber mirado el asunto desde otros puntos
de vista”. Es decir, la culpa dice que, cuando no eras consciente, debiste
“haber sido consciente”. Y por tanto, te hace sentir que eres incorrecto o
erróneo, que eres malo. El ego, mediante su programa culpa, juega con el
tiempo. Antepone lo que ahora ves a lo que antes no veía, y dice, “Lo has hecho
mal. Deberías haberlo hecho bien. Por eso eres "malo”.
Por supuesto, no puedes sujetar a una
persona por las solapas y decirle “hazte consciente” mientras le zarandeas. La
consciencia surge desde tu darte cuenta, que es un gesto de apertura mental de
índole personal y profunda trascendencia. No sabemos exactamente por qué ni
cuando ocurre. Cuando lo ves, lo ves. Esta fuera de lo razonable “exigir”
consciencia de algo a alguien. No se puede exigir que veas lo que no ves. La
culpa es un virus mental generado por el mismísimo sistema de pensamiento del
ego.
Exactamente en este punto, el patrón de
la culpa te hace sentir terriblemente mal. La culpa te dice que no es que el
suceso haya sido un error y ya está, sino que hay algo en ti que es permanente
y esencialmente malo. Esta sensación de verse a sí mismo como algo malo o sucio
es tan insoportable, que el mismo programa del ego o del personaje, elabora
salidas que parecen ayudarte.
Cuando vemos a un niño que está
aprendiendo a andar, le miramos con una percepción de inocencia. Esto
significa, que aunque el niño se caiga hasta 1.800 veces antes de dominar su
caminar, en ninguna de esas caídas le consideramos “malo”. Nunca le decimos
“déjalo, chaval, no sirves para esto, no tienes solución”. Todo lo contrario,
sabemos que tras ese penoso esfuerzo todos aprendemos a andar, asumimos que el
error es parte del proceso de aprendizaje, y por ello, nunca culpabilizamos a
un niño por cometer un error. Siempre percibimos el éxito potencial más allá
del error presente.
Sin embargo, a cualquier persona que esté
cerca de nosotros, por mucho que la queramos, acabaremos culpabilizándola
de cualquier cosa que nos duela, que nos ofenda, en definitiva, que
interpretemos como un error [recuerda la relación que hace tu mente: error –
dolor – culpa]. Cuando sentimos el dolor, tu ego automáticamente te dará la
orden de proyectar su causa afuera.
Proyección
de la culpa
Imagina que te encuentras realizando un
trabajo casero, tal como por ejemplo, tender una colada. La cosa no es lo más
divertido del mundo, y de repente se desencadena algo en tu mente que no te
hace sentir muy bien. Sientes que tú no deberías estar haciendo esto, de algún
modo se trata de una leve irritación o mejor dicho, una resistencia a lo que
estás haciendo. Percibes que sufres, aunque sea muy levemente. Algo en ti sabe
que si hay sufrimiento hay error. Inmediatamente y sin darte cuenta, buscas al
culpable.
Entonces nace una idea en tu mente.
“Este trabajo debería estar haciéndolo mi marido, porque él nunca hace nada por
la casa”. Ya está. Algo en ti cree en esta idea, y a partir de ahí se genera
aún más dolor. No solo sufres por el hecho de resistirte a hacer el trabajo,
sino que además te sientes atacada. Este nuevo pensamiento justifica el que
empieces a elaborar tus propios pensamientos de ataque hacia tu marido.
¡Necesitas defenderte para poder hacer algo con respecto a tu sufrimiento!
¡Esto hay que arreglarlo! En poco tiempo te encuentras odiándolo, y la culpa se
hará reproche. La guerra está servida. Tu marido buscará los modos de
defenderse para no sentirse erróneo ante tus ataques.
Lo que aquí ha ocurrido es un proceso
llamado proyección de la culpa. Existe un patrón instalado en el sistema
operativo de nuestro ego, que se dispara a la menor señal de sufrimiento y nos
induce a buscar la causa ahí fuera. Entonces proyectamos nuestra energía
negativa contra esa causa externa, para de ese modo intentar solucionar nuestro
pesar. De este modo generamos todo tipo de ataques mentales como el que he
descrito.
Estos ataques mentales, convenientemente
repetidos y con una constante inversión emocional, producen de hecho todos los conflictos,
todas las luchas, todas las guerras que la humanidad vive. De los ataques
mentales surgen los maltratos emocionales y como consecuencia los maltratos
físicos. Después, solo falta esperar la cadena de venganza.
La
culpa da sentido al ataque
El proceso muy rara vez es descubierto
por la consciencia: la culpa ha operado sin ser vista, ha producido una guerra
grande o pequeña al viejo estilo de los servicios secretos internacionales como
la CIA.
Siguiendo con el ejemplo de la colada,
la persona que repentinamente experimenta resistencia al trabajo que está
realizando, ha perdido la presencia, la aceptación de su circunstancia
presente. Esa resistencia psicológica al momento, estrictamente interna, es la
causa verdadera e inatendida del sufrimiento. La resistencia, a su vez, ha
surgido del dolor psicológico inconsciente.
Si deseas ser responsable de tu dolor, y
no estás a gusto con lo que haces, o cambias tu percepción, o bien dejas de
hacerlo. Sin embargo, con la mente bien entrenada desde muy pequeños en la
culpa, la reacción que surge ante el dolor es buscar al culpable ahí fuera. Así
podremos “hacer algo”: atacar.
En otras palabras, todo el sufrimiento que experimentas procede del interior de tu mente. Un guion de culpabilización te impulsará a atacar mentalmente a personas o circunstancias externas con el fin de librarte de tu propio dolor. Y aunque esto nunca haya funcionado para sanar el dolor, sino que precisamente ha producido una cadena constante de conflictos, ataque, defensa y sufrimiento, el programa sigue vigente en la mente humana gracias a permanecer inobservado. La culpa es el agente secreto del ego.
En otras palabras, todo el sufrimiento que experimentas procede del interior de tu mente. Un guion de culpabilización te impulsará a atacar mentalmente a personas o circunstancias externas con el fin de librarte de tu propio dolor. Y aunque esto nunca haya funcionado para sanar el dolor, sino que precisamente ha producido una cadena constante de conflictos, ataque, defensa y sufrimiento, el programa sigue vigente en la mente humana gracias a permanecer inobservado. La culpa es el agente secreto del ego.
El perdón es la sanación de la culpa, y
comienza por darnos cuenta de que realmente, la misma idea de la culpa es una
locura. A partir de ahí, el trabajo pasa por hacernos conscientes de nuestro
dolor inconsciente según surge, y resolverlo responsablemente con herramientas
liberadoras en lugar de dejarnos llevar por el programa estándar de
culpabilización y ataque que nos sume en el victimismo.
Ahora viene lo más impresionante de
todo. ¿Sabes de donde procede el dolor inconsciente? Agárrate bien. Se trata de
culpa inconsciente. Un ancestral sentimiento de ser erróneo, una identificación
subconsciente con el error.
La culpa tiene dos variantes, la culpa
consciente, que ya hemos visto cuando yo me siento mal por haber cometido un
error o bien cuando atribuyo el error a algo externo, y la culpa inconsciente.
Ambos son errores mentales, pero a niveles muy distintos.
La culpa inconsciente es de índole
colectiva, ya que el inconsciente es colectivo como tan bien supo describir al
mundo el genial Jung. La culpa afecta a toda la humanidad, y produce un
sentimiento profundo y muy escondido de ser erróneo, inadecuado, incorrecto. En
occidente fue llamado “pecado original” y desde la misma mente inconsciente,
produjo toda la simbología de la expulsión del paraíso. ¡Imagínate! ¡Ser tan
malos que hasta Dios, que se supone que es amor, nos echa de su casa! Lejos de
significar nada verdadero, este mito refleja una profunda sensación de ser
incorrectos, malos, inadecuados, como un “mal hijo”. En oriente la culpa
inconsciente ha tomado otra forma más sofisticada: se ha llamado karma, e
implica una cadena de causa y consecuencia que te aprisiona en la rueda de la
reencarnación. Finalmente también se trata de un sentimiento de culpa, de
identificación con el error, que te lleva de un modo a otro a manifestar
sufrimiento, carencia, vulnerabilidad, lo que de nuevo te lleva al error, y por
tanto, de vuelta a la culpa.
¡Existen seis mil millones de almas que
se sienten erróneas recreando inconscientemente y cada día un mundo de culpa! Ahora
puedes entender el valor global del trabajo con el perdón. Realmente, el
trabajo con el perdón es tan profundo que sana a la mente colectiva.
Cuando la culpa se manifiesta en la
vida, ocurren sucesos en los que uno se llega a sentir muy mal al verse a sí
mismo identificado con el error, con lo malo o con lo sucio. Puede ser que se
manifieste como una angustiosa depresión, o también puede que aflore como un
sencillo malestar mientras hacemos la colada.
En cualquiera de los casos, la culpa es el origen del sufrimiento, y el sistema como nuestro ego pretende gestionarla, proyectándola al exterior, es el modo perfecto mediante el cual el ataque, el miedo y sufrimiento se convierte en el modo habitual de relacionarnos entre los humanos.
En cualquiera de los casos, la culpa es el origen del sufrimiento, y el sistema como nuestro ego pretende gestionarla, proyectándola al exterior, es el modo perfecto mediante el cual el ataque, el miedo y sufrimiento se convierte en el modo habitual de relacionarnos entre los humanos.
Ni tu ni nadie es algo “malo” o
“inadecuado”. ¡Somos Vida pura! Sin embargo, todos colaboramos al recrear
sufrimiento en nuestro entorno porque constantemente nos estamos proyectando
unos a otros la idea “eres malo” mediante el mecanismo de la culpa. ¿Cómo vamos
a llegar a experimentar lo que realmente somos si seguimos sometidos a
semejante programa?
El perdón es el proceso interno y
personal que sitúa toda tu atención en lo importante: deshacer la culpa para
encontrar la verdadera paz interna y la liberación de tu mente. Es un proceso
de ampliación de la consciencia que te permite mirar los modos en los que la
culpa opera en ti, para así poder ver que en realidad, la culpa es locura,
nunca ha existido en realidad. Al desaparecer ese virus de tu mente, verás y
sentirás qué es lo que tú y cada ser humano es realmente.