Muchas
veces se ha intentado desmitificar el gesto de Rosa Parks diciendo que no se levantó
porque estaba cansada. No fue así: estaba cansada de no ser digna de ocupar un
asiento reservado para blancos. Y esa mañana se levantó con la firme decisión
de hacerlo.
Generalmente
comparamos la lucha por los derechos LGTB con la realizada por las personas de
raza negra. Hay evidentes similitudes, pero hay una gran diferencia:
un negro no puede dejar de ser negro. Un negro siempre es
visible. Un negro siempre es discriminado. Un hombre homosexual no siempre lo
es. Una mujer lesbiana no siempre lo es (o lo es, pero por ser
mujer). Yo no lo he sido. Porque para saber que yo soy homosexual hace falta
meterse en la cama conmigo. No lo llevo escrito en la frente. (También
hay otra diferencia: un negro nace en una familia negra. Un homosexual sin
embargo, es un alien en una familia heterosexual,
generalmente).
Cuando se acerca el día del orgullo LGTB vemos en los medios de
comunicación a hombres que se visten de mujer, que mueven las manos de forma
exagerada, pestañean y hacen gestos femeninos. Es la
famosa pluma. La pluma gay. En las lesbianas se llama martillo y tiene bastante
que ver con otra famosa pluma de la que no se habla, la pluma heterosexual
masculina: la masculinidad.
Porque la masculinidad no es más que el reverso de la pluma
gay (como la feminidad es el reverso del martillo):
una serie de gestos y actitudes aprendidos, con mejor o peor resultado, con
objeto de atraer a una pareja para practicar sexo. A
mí me resultó muy útil la masculinidad aprendida en el servicio militar:
apoyar el pie en la pared con una mano en el bolsillo rascándome los genitales
de vez en cuando y una ligera mirada de desprecio mientras me sorbo los mocos
es tremendamente efectivo a la hora de ligar. La pluma gay me sirve
para otras cosas: para sacar de quicio a mis compañeros de trabajo, a mi
familia, a la cajera del Mercadona, al funcionario del Registro Civil.
El
que hace visible su pluma gay le está diciendo al mundo que es homosexual.
Es el que recibe los insultos, el que es agredido, el que es
asesinado. Le pasa lo mismo a las personas transexuales.
Las transgresiones de género son castigadas:
la mujer transexual que aumenta el tamaño de sus tetas, la lesbiana que se
pinta un bigote, el hombre gay que saca una estola rosa y se pone un tacón alto
son visibles. Los demás somos una masa gris, se nos debería tatuar en la frente
la bandera del arco iris para reconocernos. Los nazis lo hicieron con
estrellas, con triángulos: para judíos, para homosexuales. Los negros nunca han
necesitado estrellas.
Cuando
criticamos la pluma en el desfile del orgullo criticamos a los que han sido
torturados por hacer visible su homosexualidad.
Si no hubiera sido por ellos, jamás habríamos conseguido nada.
No habríamos existido. Seguiríamos practicando sexo a escondidas expuestos al
chantaje. La pluma nos hace visibles. La pluma es nuestra raza.