ANTONIO ROIG ROSELLÓ
La gente puede ridiculizar el amor homosexual, pero su
burla es con frecuencia la manera de reprimir un deseo que en el fondo rehúyen confesarse.
¿Y por qué si la sexualidad es
buena? El amor homosexual solo puede
ser degradado en virtud de una cultura que a sí misma se condena al no acoger
todas las aspiraciones del corazón.
“En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.
Quédeme y olvídeme,
el rostro recliné sobre el Amado;
cesó todo y déjeme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.”
¿No fue por ventura un hombre quien
escribió estos versos? Su poesía se halla entre las más bellas que jamás se
hayan escrito. Él se atrevió a nombrar lo que otros poetas camuflan. Ellos no
darán su medida porque se mintieron. Juan
de la Cruz era honrado y dejó que el corazón hablase. Ya sé que lo llamó canciones de alma-esposa a Cristo-esposo.
¿Pero hubiera cantado el amor de ese modo si su sensibilidad no hubiese
encontrado dentro de sí aquellas vibraciones?
Uno se sentiría tentado de pensar
que el amor nunca encuentra matices tan sutiles, delicados y fragantes como
cuando canta al amor homosexual.
Los hombres hemos convertido la
sexualidad en un problema. Pero el único problema estriba en cómo ser libres a partir de la sexualidad. No creo que haya muchos hombres libres. Desde luego no lo son
quienes se esclavizan a sus instintos. A fuerza de buscar placeres acaban por
hacerse inhábiles para el amor.