El corazón nunca se pone en claro; se nos hace patente y nada más. Su certidumbre es misteriosa. El corazón nos dice claramente lo que necesitamos, pero nos dice oscuramente lo que sentimos. Nadie sabe traducir su latido. Nadie sabe vivir. El impulso afectivo siempre es veraz. Al corazón hay que llevarlo de la mano, hay que cambiar su certidumbre en seguridad. La adolescencia segrega soledad y aunque viviéramos dentro del corazón de alguien, nos sentiríamos solitarios. La adolescencia vive incomunicada porque sólo percibe lo distinto. No hay aislamiento como el suyo.
Extracto de "El cine de los pobres" de Luis Rosales