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MAXIMO POTENCIAL

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mandela

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NR

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POESÍA

POESÍA




esc

CORTO

* MARIO ALONSO PUIG: "LA FELICIDAD ES DESCUBRIR EN LA VIDA EL SENTIDO DE NUESTRA EXISTENCIA" *


MEDITACIÓN Y RELAJACIÓN

sábado

EL CONSEJO DE LA MADRE DE RODRIGO

En una calle,
frente a la plaza, vive Rodrigo.
No vive solo,
tiene una hermana, no tiene amigos.
Su madre siempre le preguntaba:
¿Con quien saliste?
Y él, como siempre, le contestaba:
"Solo, conmigo…"
Nadie me quiere, dicen que huelo a agua de caño
Que ando muy feo
y que necesito, pronto, un buen baño"
Le decía la madre:
"saliste a tu padre"
mientras la ropa se abotonaba:
"Tú deberías ser como yo
o en cualquier caso como tu hermana.
Las dos tenemos muchas amigas interesantes
y siempre andamos muy arregladas, muy elegantes"
.
Esa misma noche caía la lluvia
y después de bañarse,
el limpio Rodrigo, que estaba aburrido,
comenzó a inquietarse,
observó el armario
y fue a curiosear detrás de sus puertas,
Sacando una ropa,
que era de su hermana,
de una caja vieja.
Mira hacia los lados,
ya todos dormían y él alza una ceja…
Con mucha prisa, de un movimiento abre la tela,
buscando espacio, para sus brazos, su cuerpo cuela.
Luego, al mirarse frente al espejo, piensa contento:

"Hasta parezco de esas princesas que hay en los cuentos"
Después de probarse unos… cinco vestidos se quitó la ropa
y así el buen Rodrigo,
se durmió tranquilo con una sonrisa en la boca.
.
Al día siguiente, muy tempranito, salió Rodrigo.
No iba a la escuela, no iba a la iglesia, no usaba abrigo.
Se le veía como otros días, como dormido.
Y al dar cien pasos, sin darse cuenta, se vio perdido.
¿Dónde estaría? ¡No era su calle! ¡No había comido!
Solo veía allá en la distancia dos niños grandes
y se acercó, con mucho temor, por ser elegantes.
Les preguntó ¿En dónde me encuentro? Estoy aturdido.
Y los muchachos le detallaban bajo el ombligo.
Ahí se dio cuenta, casi al momento, de lo sucedido.
¡No tenía ropa! ¡Estaba desnudo! ¡Por Dios, que frío!
.
Los niños grandes se le acercaron para acariciarle
y esto a Rodrigo, muy pensativo, comenzó a gustarle.
Sentía un calor desde las orejas hasta las rodillas.
Casi temblaba, casi se cae… ¡Búsquenme una silla!
Los dos muchachos le daban besos muy despacito,
le decían cosas que le gustaban, que era bonito.
Le preguntaron ¿Por qué estás sin ropa? ¿Nadie está contigo?
¿Por qué estás tan solo? Te acompañaremos, seremos amigos.
.
El ya no sabía como responderles en ese momento,
ahora muchas cosas salían y entraban en su pensamiento.
Él quería correr y quería quedarse, se sentía muy raro.
Él quería vestirse, sólo que esta vez, sin más desenfado.
Después de un impulso salió a la carrera, loco y afligido,
y los dos muchachos le seguían corriendo como en un delirio.
Cruzaron las calles, pasaron la plaza y casi sin sentido
entran a una tienda "¡Necesito ropa! ¡Pónganme un vestido!"
.
Varias empleadas, muy apresuradas, los iban rodeando,
faldas y blusas, de muchos colores, le iban probando.
un bello estampado, como en piel de tigre, fue el elegido,
lentes y sombreros, collares dorados y largos zarcillos.
Unas zapatillas, de un rojo brillante, tenían en los pies
para combinar con las pulseras de rubí de los tres.
¡Estaban lindos!, eso creían hasta la hora,
en que a la tienda, sin previo aviso, entró una señora.
.
Ella era su madre, sí, la de Rodrigo, la de los botones,
que al verlo en la tienda, loco de alegría entre seda y chifones,
dijo con un grito:
¿En dónde están… tus pantalones?
.
Algo asustado, por la sorpresa, contestó bajito:
"Mírame, mami. Ya pantalones no necesito.
Me veo precioso con esta ropa, me veo exquisito"
Su madre abrió los ojos muy grandes, lo más que pudo
y cayo al suelo, cuan larga era, sobre el felpudo.
"¡Se ha desmayado!" dijo una empleada rubia y delgada.
"Búsquenle agua" "Llama al doctor" "Ponle esta almohada"
.
Y mientras tanto, el hermoso Rodrigo, se acercó discreto,
y le hablo a su madre, que yacía en el suelo, con mucho respeto.
Le dijo: "Mamita, ya soy como tú. Me siento importante.
Tengo a mis amigos que me quieren mucho y que son elegantes"
.
En cualquier calle,
frente a cualquier plaza
vive Roberto…
y así,
como pasa siempre,
sólo cambiándole los nombres,
se repetirá este cuento.
.
.............. Augusto de Dios Cubillán