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BULLYING

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elsa

MAXIMO POTENCIAL

quiero

mandela

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NR

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POESÍA

POESÍA




esc

CORTO

* MARIO ALONSO PUIG: "LA FELICIDAD ES DESCUBRIR EN LA VIDA EL SENTIDO DE NUESTRA EXISTENCIA" *


MEDITACIÓN Y RELAJACIÓN

jueves

EL DISLATE DE LA RELIGION EN LA ESCUELA PUBLICA

"Porque cuando la religión y el Estado se confunden,
irremisiblemente desaparece la libertad"
(Mario Vargas Llosa)

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RICARDO MORENO CASTILLO - PANFLETO ANTIPEDAGOGICO

Las religiones imparten normas que en muchos casos contradicen derechos fundamentales a favor de los cuales está trabajando el Estado. Es absurdo financiar una campaña a favor de una cosa y al mismo tiempo pagar a unos funcionarios para que hablen en contra de esa misma cosa. Es absurdo hablar de la igualdad de derechos de hombres y mujeres y pagar a unos profesores de religión musulmana para que expliquen a unos muchachos que la mujer es inferior. Es absurdo hacer campaña a favor de las donaciones de sangre y pagar a unos profesores para que expliquen a los hijos de los testigos de Jehová que las donaciones de sangre son inmorales. Es absurdo hacer campaña explicando a los jóvenes la importancia de usar preservativos y de evitar embarazos no deseados y pagar a unos profesores de religión católica para que expliquen que todo método de contracepción es inmoral. Dentro de poco habrá en los centros escolares hijos adoptivos de parejas del mismo sexo. ¿Tendrán que escuchar estos niños a un profesor de religión que la orientación sexual de sus tutores es contra natura? Es muy loable que el Estado, por medio de la Seguridad Social, proporcione asistencia psiquiátrica a quien lo necesite, por ejemplo, a un homosexual que encuentre dificultades para asumir alegremente su condición. El Estado paga al psiquiatra, pero también es muy posible que las dificultades del homosexual procedan de lo que escuchó sobre la homosexualidad a su profesor de religión, también pagado por el Estado. Está muy bien que el Estado pague al psiquiatra que cura traumas, pero sería más rentable que empezara por dejar de pagar al sacerdote que los provoca.
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Si unos padres se empeñan en que sus hijos crean que las transfusiones ofenden a Dios, igual que los preservativos o la homosexualidad, o que una mujer sin velo es una indecencia, allá ellos, es una pena por sus hijos. Pero que el Estado invierta dinero en financiar la propagación de estos delirios ya es demasiado. No, si queremos un país tolerante, la religión ha de formar parte de la esfera estrictamente privada. La necesidad de que los alumnos sepan algo de historia de las religiones y de la fenomenología del hecho religioso se cubre con una asignatura de carácter absolutamente profano, impartida por laicos y cuyos contenidos no tienen por qué ser negociados con la Conferencia Episcopal. La pertinencia o no de esta asignatura no tiene absolutamente nada que ver con la predicación de una religión en el seno de la enseñanza pública. Y lo que es más importante, no puede ser materia alternativa para los que no quieran recibir la asignatura de religión, como tampoco puede serlo la ética.
O la alternativa a la religión es una asignatura de interés general, en cuyo caso no hay razón para privar de ella a los que sí reciben instrucción religiosa, o no es más que un comodín sin mayor interés, en cuyo caso no hay razón para hacer perder el tiempo con ella a los que no la reciben. Si alguien responde que lo mismo sucede con cualquier elección entre dos asignaturas, se le puede argumentar que si se ha de considerar la religión como una asignatura cualquiera, que sea una optativa más entre las otras. A ver cuántos padres optan por que el hijo deje de estudiar matemáticas o una lengua moderna para que estudie religión. No, la religión no es una materia como cualquier otra, y la alternativa a impartir una creencia no puede ser la de impartir una ciencia (como lo es la historia de las religiones) ni la de reflexionar sobre aquellos valores que todos debemos compartir para que nuestra convivencia sea más humana. Si la religión se imparte en la enseñanza pública, ha de hacerse a mayores, cuando las demás clases ya se han terminado. Y si admitimos (que ya es admitir) que un padre religioso tiene el derecho de exigir clase de religión para su hijo, es evidente que no tiene ningún derecho a decidir lo que han de hacer los hijos de los demás mientras el suyo está siendo adoctrinado. Esto es algo que tendría que discutir el Estado con los padres agnósticos, no con los obispos, y si los padres agnósticos prefieren que el hijo se vaya a su casa a estudiar, nadie tiene motivo para protestar. Y si el resultado de esta política es que nadie quiere quedarse una hora más, pues qué se le va a hacer, pero ¿con qué derecho se puede mantener retenidos a unos muchachos con una actividad que no les interesa para que a los que reciben religión no les entren ganas de marcharse también? Si los padres creyentes no han sabido inculcar el suficiente fervor a sus hijos para que permanezcan en clase de religión, es problema suyo, no de los hijos de los no creyentes.