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* MARIO ALONSO PUIG: "LA FELICIDAD ES DESCUBRIR EN LA VIDA EL SENTIDO DE NUESTRA EXISTENCIA" *


MEDITACIÓN Y RELAJACIÓN

jueves

COMPROMISO EDUCATIVO



Reunión de los profesores responsables del programa de género transversal en el IES San Isidro de Madrid

DAVID BRUNAT - EL CONFIDENCIAL
En Madrid hay un claustro barroco en el que cada primavera se cuelga una gran bandera arcoiris. Su sola visión causaría un cortocircuito en ciertos sectores de la sociedad, pero resume el trabajo de uno de los centros educativos más comprometidos con la diversidad sexual de nuestro país. Se trata del IES San Isidro, un instituto histórico que educa a 1.400 alumnos en pleno centro de la capital. Mientras la mayoría de escuelas se las ven y se las desean para evitar episodios de acoso homofóbico, en el San Isidro trabajan con éxito en el último estadio de la diversidad: la integración de alumnos transexuales en las aulas.

Es tan simple como tener un ideario y ponerlo en práctica. Siempre se habla de los valores de igualdad y libertad, pero parece que se quedan ahí, en grandes palabras”, explica José Enrique Pelegrín, profesor de Lengua y Literatura y uno de los responsables del programa de igualdad de género transversal que rige en el centro. “El padre que trae aquí a su hijo debe saber que esta es una escuela inclusiva en la que no hacemos distinción por nacionalidad o identidad sexual”. Distintos estudios señalan que una de cada 10.000 personas en el mundo es transgénero, aunque hay fuentes que reducen significativamente ese ratio.

Dos alumnos transexuales hacen vida normal en las aulas de 4º de ESO del que fuera Colegio Imperial, mientras un tercero de menor edad está en pleno proceso de “tránsito”. Este concepto designa el momento en que una persona decide hacer visible su auténtica identidad de género, a través principalmente de su vestimenta y del nuevo nombre con el quiere ser conocida en adelante. “Cuando eso ocurre, nos adaptamos a la nueva realidad”, cuenta Marisa Villalba, titular del departamento de Orientación del instituto. “Los alumnos pueden ir al baño y usar los vestuarios que ellos decidan sin ningún problema, pueden vestir como se sientan más cómodos. La dirección del centro les emite un carné de estudiante nuevo y los profesores registramos al alumno con su nuevo nombre y sexo en nuestras listas internas, a pesar de que en los documentos oficiales tenemos que mantener el nombre y género que indica su DNI”.

Gabriel intentó hacer el tránsito hace dos años en su escuela de monjas de toda la vida. Simplemente, quería olvidar la falda y empezar a vestir con el uniforme masculino. Cursaba 2º de ESO. Sus compañeros no pusieron ningún reparo, pero llegó septiembre y la dirección del centro lo invitó a irse. Pudo matricularse en el San Isidro por los pelos. Desde entonces, es uno de los jóvenes más activos en las campañas por la integración social de los transgénero de toda España. “Desde que estoy aquí, no he tenido ningún problema con los profesores o con compañeros que me hagan la vida imposible. Cuando alguien como yo tiene problemas de acoso en la escuela, le recomiendo que se venga al San Isidro”, afirma.

Desde 2009, celebramos el día contra la homofobia y la transfobia cada 17 de mayo. Pero todo el año hay colgados por el instituto carteles, artículos de prensa, preparamos 'performances', organizamos charlas con padres y alumnos, es decir, cualquier actividad que fomente la diversidad sexual como algo normal en la vida. Hace poco, los mismos alumnos dieron una charla contra la transfobia por voluntad propia, es un tema muy metido en la vida del centro”, relata la orientadora Villalba. Y adonde no llega el control de los profesores para evitar escenas de acoso verbal o físico hacia los transexuales, alcanza la labor de los 20 alumnos que ostentan el cargo de mediadores de conflictos y líderes de igualdad, quienes actúan ante cualquier abuso en los pasillos del centro. Toda una estructura para erradicar el acoso escolar que el Ayuntamiento de Madrid quiere aplicar en todas las escuelas públicas de la capital.

Desigualdad entre comunidades autónomas

La transexualidad es una más entre las diversidades que afectan a los niños y niñas de nuestro país, y por lo tanto también está en las escuelas. Otra cosa es cómo están respondiendo las escuelas ante esa realidad, y muchas veces no es de la forma adecuada”, indica Isidro García, sexólogo y gerente de Fundación Daniela, una entidad que lucha contra la discriminación social de este colectivo. “No existe ningún protocolo a nivel nacional que indique a las escuelas cómo actuar. Hoy nos encontramos con que Andalucía, Extremadura y Canarias han aprobado una ley integral de transexualidad mientras el resto de comunidades no. Y eso hace que por el solo hecho de nacer en uno u otro lugar, un niño trans puede vivir y desarrollarse conforme a su identidad de género o no”.

Cataluña es una de esas comunidades que viven en el limbo de no saber cómo tratar a sus niños transexuales. “El pediatra nos apoyó en comenzar a tratar a nuestro hijo según su sexo sentido, pero nos reconoció que no tenía ni idea de adónde derivarnos. No existe un protocolo en Cataluña para estos casos, llamé a la Generalitat y no sabían cómo ayudarnos. Fue todo muy frustrante, hasta que buscando por internet dimos con la asociación Chrysallis y vimos la luz. Comprendimos que nuestro hijo no es un enfermo sino que forma parte de la diversidad”, recuerda David Tello, residente en un pueblo de Tarragona y padre de Dani, un niño transexual de ocho años. 

Después de hablar con los profesores y organizar una charla con los padres, Dani pasó a ser tratado como un niño. Y así consta en las listas internas de la escuela y entre sus compañeros. “Hoy, Dani es un niño feliz consigo mismo. Una vez inicias el tránsito social, todo son beneficios para la felicidad de nuestros hijos, todos los padres terminamos haciéndonos activistas. El ocultarlo, rechazarlo o corregirlo afecta a la autoestima del niño y todos sabemos cómo terminará eso: en secuelas para toda la vida, depresiones y, como por desgracia aún vemos, también en suicidios”, advierte Tello, que hoy es presidente en Cataluña de Chrysallis, una asociación que aglutina a más de 260 familias con hijos transexuales.

No es que ahora haya transexuales y antes no. Siempre los ha habido, otra cosa es que la sociedad diera información a esos niños para detectar qué les estaba pasando”, apunta García. “El género no tiene que ver con lo físico sino con lo psicológico, el sabernos hombres o mujeres independientemente de nuestros genitales. Y eso todos lo identificamos cuando tenemos entre dos y cuatro años de edad”. Según este sexólogo, en los últimos años se han dado grandes pasos para la aceptación social de los transexuales, especialmente entre los niños. “Hoy existe mayor información sobre la diversidad y es algo que ya se enseña en los colegios. Este cambio en el entorno social nos va a permitir identificar y hacer visible el género a edades más tempranas”. En Fundación Daniela, por ejemplo, están tratando actualmente el caso de un niño transgénero de solo cuatro años.

Ana lo ha expresado desde que tenía dos años. En casa la dejábamos ser como ella quería, pero en la calle debía seguir siendo Rubén. Hasta que una Semana Santa, con siete años, toca regresar al cole y me dice que no se quiere poner el pantalón, que quiere una falda. Y pensé ‘ay, madre…’. Hablé con su tutora y le dije que no iba esperar más, que desde ahora la niña iba a ir a la escuela como Ana y que estuvieran atentas por si ella se apartaba o la marginaban. Los profesores se alarmaron un poco, pero todo fue mucho mejor de lo que esperaba. Hoy Ana vive una etapa de euforia, tiene un montón de amigas, nunca en su vida había tenido tanta fuerza”, relata Raquel Fernández. “Está tan cómoda que a veces no quiere verse como es, no quiere sentirse diferente al resto. Sé que cuando llegue a la pubertad, la pobre va a pasar sus malos ratos, pero haber hecho el tránsito ha sido un alivio para todos”, continúa la madre mientras la hija, que está al corriente de todo lo que atañe a su sexualidad, juega despreocupada con su mascota, un conejo llamado Niki.

Los profesores deben tener la actitud de informarse, de enseñar ya desde la guardería que no hay un género masculino y otro femenino, sino que en la vida todo es diversidad, que un niño no debe ser encerrado en dos géneros en base a sus genitales, porque es entonces cuando estás creando las fobias. Si desde las escuelas se supiera atajar la discriminación, reduciríamos mucho el acoso que sufren los niños transexuales, que no son sino niños obligados a gestionar una presión que les sobrepasa”, reclama Mónica del Puerto mientras su hijo Alejandro, que tiene 11 años e hizo el tránsito al inicio del curso en septiembre, asiente en silencio.

Si bien cada vez más escuelas aceptan el cambio de género de sus alumnos (uso de baños, cambio de nombre en las listas internas), las tragedias continuan salpicando el panorama social, como el suicidio del joven Alan el pasado 24 de diciembre en Barcelona, harto del acoso escolarque estaba sufriendo. Según un estudio, el 90,2% de los alumnos LGTB se han sentido discriminados en algún momento, y de estos solo un 17% lo ha hablado con un adulto. “Eso nos lleva a tasas altísimas de abandono escolar y dificultades para completar una formación académica”, indica el gerente de Fundación Daniela.

Hoy, la gran lucha de las familias y de las asociaciones de transexuales es la aprobación de una ley integral que permita el cambio de nombre y género en los DNI de los menores de edad en toda España. Actualmente, una persona debe tener 18 años, llevar dos años hormonándose y ser diagnosticada por un psiquiatra con disforia de género (un trastorno mental, según la Organización Mundial de la Salud) para poder modificar el género en sus documentos de identidad. O lo que es lo mismo, pasar por el aro y aceptar que es un enfermo mental. Ya el solo hecho de poder cambiar el nombre de un menor depende de la buena voluntad del juez de turno que recibe el caso, aunque cada vez se producen más sentencias favorables.