Lo más importante según Laurent
Gounelle es "evolucionar para tener una vida acorde con los valores y los
deseos, sin limitarse ni estar en función de los propios miedos o de los
discursos negativos de los demás". Para esto, sin embargo, no hay
necesidad de vivir lo mismo que el protagonista de No me iré sin decirte adónde
voy, el nuevo libro de este autor francés, que lleva ocho semanas en el primer
lugar en ventas.
¿Cómo explicar este éxito? Por la forma del
libro. En una estructura novelesca se teje una trama detrás de la cual el
lector va descubriendo, poco a poco, temas que se acercan a la superación.
Gounelle habla del "poder metafórico de la novela". Para él, "una
guía de superación va únicamente dirigida a lo racional, mientras que esta
novela se dirige tanto a lo racional como a lo emocional".
Por otro lado, al autor no le interesa que el
público aborde su libro como una obligación, creyendo que hay que leerlo porque
le va a ayudar. No, Gounelle busca brindar el placer de descubrir una historia
a través de la cual también puedan descifrar cosas sobre ellos mismos y sus
vidas.
Alan -el protagonista- decide acabar con su
vida lanzándose de la Torre Eiffel, pero justo antes de hacerlo aparece un
hombre que le propone ayudarlo a resolver sus problemas a cambio de que haga
todo lo que él le indique. Este misterioso personaje irá proponiéndole a Alan
una serie de pruebas que lo harán redescubrir el gusto por la vida.
El elemento catalizador de la desgracia del
protagonista es una decepción amorosa. En efecto, gracias al amor el personaje
se sintió feliz por primera vez en su vida y salió de un estado de continua
tristeza que para él resultaba normal. Pero luego de descubrir este
sentimiento, la tristeza y el dolor fueron insoportables.
Para el escritor francés, "una de las
cosas más útiles en la vida es aprender a liberarse de todo lo que nos da miedo
para ir hacia el amor". Junto al amor está la libertad: "Pienso que
en la mayoría de la gente hay una ilusión de libertad que se ve reflejada en
las decisiones que se toman a diario. Cada cual debe definir una escala de
valores y preguntarse si esas decisiones encuentran su lugar y, si no,
reconsiderar sus elecciones".
Gounelle también hace énfasis en que la
sociedad establece criterios arbitrarios que exigen corresponder a una imagen
tanto física como de comportamiento, y muestra cómo, para responder a un
patrón, se deja de ser uno mismo. "Hay que deshacerse de este tipo de relación
con los demás, para privilegiar las relaciones con personas cuya mirada,
escucha y consejo sean enriquecedores y útiles para una construcción personal
sólida", explica.
El trabajo, agobiante
En la vida, el universo del trabajo juega un
papel esencial y este es otro de los ejes de la trama: Alan tiene un trabajo
que lo perturba. Al autor le parece "inaceptable que una persona pase ocho
horas al día en un estado negativo, porque tiene un trabajo que lo agobia, y se
resigne a esperar el fin de semana, las vacaciones o la jubilación". Según
él, ser feliz debe ser un estado constante.
Fue esa convicción la que lo hizo cambiar de
trayecto y salirse de lo que él llama "el modelo parental".
"Hice una larga carrera, tuve un buen trabajo, solo que la felicidad nunca
estuvo en el orden del día", explica Gounelle, quien también cuenta cómo
su vida se transformó al cambiar de campo laboral: se convirtió en alguien
satisfecho de sí mismo, pasó de ser un joven "enfermizamente tímido"
a una persona extrovertida y segura. "Es, sin duda, porque viví este tipo
de evolución que sé que es posible, y siento la necesidad de compartir mi
experiencia con los demás", concluye.
Apasionado por la psicología
Gracias a varios cuestionamientos de la
vida laboral, Gounelle (L'Hay-les-Roses, 1966) decidió cambiar la economía por
la psicología. Estudió las teorías sobre la psicoterapia breve del psiquiatra
estadounidense Milton Erickson, así como las de programación neurolingüística
que se desarrollaron en Estados Unidos durante los años 70