¿Cómo podemos ser felices si vivimos en un mundo donde la justicia, la solidaridad, la paz o los derechos humanos son aún una utopía en muchas partes de nuestro planeta? Quizás en esa tristeza inevitable que nace al leer el periódico cada día está el acicate hacia la creación de la felicidad, pero no la propia, sino la del ser humano que sufre. Si no hay tristeza, no puede haber compasión ni rebelión, y si no hay compasión ni rebelión, no puede haber verdadero impulso hacia la transformación. La compasión, la entrega al otro, el servir a una causa mayor que uno mismo, es fuente de felicidad, aunque sólo sea desde el egoísmo inteligente que hace que, al entregarnos, consigamos olvidarnos de nuestros propios problemas.
Alex Rovira