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POESÍA

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CORTO

* MARIO ALONSO PUIG: "LA FELICIDAD ES DESCUBRIR EN LA VIDA EL SENTIDO DE NUESTRA EXISTENCIA" *


MEDITACIÓN Y RELAJACIÓN

jueves

LA PLUMA

JOSÉ IGNACIO DÍAZ CARVAJAL - MÉDICO PSICOTERAPEUTA -SEVILLA
La “pluma” es una palabra del argot homosexual que designa la existencia de rasgos y gestos femeninos en hombres, así como masculinos en mujeres. Hasta ahí una definición casi académica, pero la palabra pluma es algo más, pues crea categorías sociales: los-que-tienen-pluma, frente a, los-que-no-tienen-pluma. Categorías que están cargadas de prejuicios y malentendidos que me gustaría analizar, pues se dan incluso entre los propios gays y lesbianas. Y nos hacen mucho daño a todos, por su carga latente de homofobia. Hagámonos primero algunas preguntas: ¿Tiene que ver tener pluma con ser “un verdadero hombre” o una verdadera mujer”? ¿Está la pluma condicionada por los genes o es algo aprendido culturalmente? ¿Implica tenerla que se sea gay o lesbiana? ¿Las prácticas sexuales están condicionadas por la pluma (ser activo o pasivo)? ¿Qué oculta el rechazo a la pluma? En la sección de contactos de cualquier revista gay la gente se define a sí misma y lo que busca utilizando adjetivos, casi siempre, positivos: cariñoso, romántico, sincero, libre, divertido, que tenga ganas de vivir, limpio, formal, responsable, tierno... Algunos se presentan como viriles, machotes, masculinos...pero ¡que curioso! la única cualidad que se expresa en negativo es: “sin pluma”, o “no afeminado”. No hay ejemplos de: sin gafas, o abstenerse calvos, o fuera intelectuales, o no ariscos. No importa que el chico que se presente a la cita fume, venga con su madre, sea un rácano, o mida 2.40. Si le preguntáramos a algún demandante de estas secciones por qué no incluye otras características negativas podría contestar: “Bueno, sí que hay, pero como serían tantas las cosas que no me gustan pongo la más importante: que no sea afeminado”. Así ¿quién es el “machote” que se atreve a definirse como “chico con pluma”? Los que tienen pluma son los nuevos apestados. ¿Qué tiene de malo tener rasgos o modos de ser femeninos, para que se dé tal nivel de intolerancia y desvalorización? ¿O rasgos masculinos en las mujeres? Por que ellas también reciben calificativos despectivos como “camioneras” y “marimachos”. Desde hace más de un siglo se asoció afeminamiento con homosexualidad y con pasividad o debilidad . No siempre había sido así. Y desde que se desarrolló el movimiento gay en los últimos treinta años, también está cambiando. Esperemos que esta imagen única del homosexual desparezca pronto con el aumento de visibilidad y la salida del armario de personajes famosos que sirven de modelos muy variados. Así el ataque no se centrará en los que tienen pluma, como si fueran los chivos expiatorios, ¡que vaya cruz! Y así los que pretenden ponerse a salvo tras su máscara de macho con pedigrí, sabrán que la lucha por cambiar la realidad homosexual es una lucha de todos, y no sólo de los que “se les nota”. De hecho han existido momentos, en la lucha reivindicativa, en los que se ha favorecido la pluma, como táctica de lucha. “¿No quieres sopa? pues dos tazas.” Para poner en evidencia los niveles de intolerancia y homofobia de la sociedad. Y de cómo sólo está dispuesta a aceptar, en algún caso, a homosexuales “normales”. Y sólo si se portan bien. Es decir que se ajusten a los estereotipos de hombre y mujer que marcan los cánones heterosexuales. Todos estos prejuicios heredados de la cultura heterosexista, hacen que mucha gente sufra una intolerancia doble: por ser homosexuales y por ser afeminados. Dándose esta exclusión social incluso en el propio ambiente gay. Al rechazar a los que tienen pluma están rechazando, en el fondo, a los que tienen una orientación homosexual. Es como si dijeran: “El homosexual eres tú, que pareces una nena. Yo soy un hombre, aunque me acueste con otro hombre. Estar contigo sería recordarme que soy homosexual, o que los demás lo puedan pensar de mí”. ”Yo busco un hombre de verdad”. ¡Toma esa! ¿Entonces que son los afeminados?
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Sexo, género y orientación sexual
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Voy a intentar aclarar algunos conceptos que intervienen en lo que vamos viendo: El sexo, la identidad de género y la orientación sexual. Las personas pertenecemos a dos sexos: varón y hembra, definidos básicamente por el tipo de genitales que tenemos al nacer. A partir de ahí se nos tratará de formas diferentes, se nos vestirá, se nos darán juguetes, se nos marcará con expectativas de comportamiento excluyentes: los niños no lloran, las niñas no se manchan, etc, etc. Se nos está marcando una identidad de género: lo femenino y lo masculino. Pues bien poco a poco vamos conformando una “identidad de género secundaria”: La forma de movernos, de hablar, de andar, las posturas del cuerpo, son diferentes para hombres y para mujeres. Hay una necesidad social de dejar bien claro quién es varón y quién es hembra. Pero en cada cultura y época histórica, en cada estrato social las formas cambian y no existe ninguna específica que permanezca. Lo que se considera como femenino o masculino no está determinado por los genes; son convenciones culturales, y por tanto cambiantes. Si no pensemos en las épocas de los hombres con pelucas y polvos en las mejillas, en las cortes europeas. La “orientación sexual” es la que nos hace dirigirnos hacia un sexo, sea el propio, el contrario o ambos, haciéndonos homo-, hetero- o bi- sexuales. Nadie elige su deseo, sino que se da por una combinación de factores (innatos y adquiridos). La orientación no implica realizar sexo, puesto que uno se puede considerar heterosexual u homosexual y no haber tenido nunca ningún encuentro sexual. Lo malo es que damos por hecho que mientras no se demuestre lo contrario todo el mundo es heterosexual. Pues bien, combinando estos tres conceptos, podemos encontrarnos con todo tipo de variantes: hombres afeminados heterosexuales, hombres masculinos homosexuales, mujeres femeninas lesbianas, etc.
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Desprecio de lo femenino
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El psicoanálisis ha dado diversas explicaciones al por qué hay un desprecio hacia lo femenino, por parte de lo hombres. (Sin que esas explicaciones excluyan las motivaciones de otro orden: económicas, políticas o sociales). El niño se identifica con el primer ser que le cuida y con el que se fusiona, que es una mujer normalmente. Es lo que valora más y por eso encontramos en los primeros años de vida del varón un deseo de tener bebés, como su mamá, y de ser como ella. Al crecer, para poder separarse psicológicamente de ella e identificarse con su propio género y sexo, tendrá que oponer un rechazo a las fuerzas que le llevan a seguir identificado con ella. Está como imantado por ella, y para no quedarse atrapado por esa fuerza la rechaza. Es una teoría simplista, pero clara. Que incluye una idea previa de que los géneros son excluyentes y si se pertenece a uno no se puede pertenecer al otro. Y que si el varón quiere ser masculino tiene que rechazar lo femenino, y para conseguirlo tiene que desvalorizar lo que vivió como lo más deseado y perfecto. El niño afeminado ha permanecido más identificado con su madre, por circunstancias diversas: por rechazo o ausencia de su padre (con lo que no puede identificarse con él), por tener una madre que rechaza al varón por su conflictiva inconsciente, (con lo que al niño le envía mensajes de que lo mejor es ser femenino)... La niña varonil, puede haber encontrado un rechazo materno, o preferir las ventajas de los niños, y su libertad. El modelo femenino que ha recibido está más desvalorizado de lo habitual. Preferirá la compañía de los varones.
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Ser afeminado
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Ya hemos visto que el niño afeminado lo es sin elección, y al principio si conciencia de serlo. Es la sociedad, con su rechazo, la que le muestra que es diferente y le envía mensajes desvalorizadores. Los chicos de su entorno pueden hacer gala de su rechazo de lo femenino, para apuntalar su propia masculinidad que se vive como insegura. Por eso se dan juegos para demostrar la hombría. Y al cobarde se le llama maricón: eso es cosa de mujeres. Las niñas varoniles van a encontrar menos oposición porque no cuestionan tanto a la sociedad con su postura. Al fin y al cabo lo masculino está valorado. El varón tendrá que encontrar refugio muchas veces en grupos de niñas, lo que afianzará sus gestos o maneras femeninas, así como sus gustos, no siendo raro que idealice a actrices o cantantes “muy femeninas”, con las que puede identificarse. Hay chicos y chicas que al darse cuenta de su pluma y de que no pueden evitarla, se desprecian así mismos, por el rechazo que observan a su alrededor, como si fuera malo y degradante. Y como desde pequeños absorbemos esa ideología del ambiente, acabamos incorporando rasgos homófobos, que nos salen espontáneamente y sin pensar. Es fácil comprobarlo al hablar con grupos de niños pequeños y decir que alguien es homosexual, empiezan a hacer gestos muy expresivos de contoneo de caderas, andar como paseando por una pasarela y hablar con tono femenino y lastimero. Lo que están rechazando es la homosexualidad a partir del estereotipo del hombre afeminado. Este rechazo vivido puede dejar una desconfianza en los otros, que haga que la pluma se utilice como arma, haciendo de la debilidad fuerza. Es un defenderse atacando. Y esto explicaría el carácter de algunos gays muy cáusticos, que utilizan constantemente la ironía, el desdén, y la burla. Reflejando mucho de la agresión que sufrieron en su momento. Otros tienen una represión gestual y una tensión corporal por el bloqueo de los posibles gestos femeninos. Lo malo es que esa rigidez se haya transferido a los propios sentimientos y a la expresión de las emociones. Y que genere alergia a la pluma, por la envidia inconsciente que produce la libertad gestual de los que la expresan. De hecho es curiosa la expresión “soltar una pluma”: está mostrando que la pluma a veces se lleva tan reprimida, oculta bajo un manto de “normalidad”, que en cuanto uno no se ve cohibido, puede expresarla pero de forma explosiva y jocosa, por lo que tiene de liberación. Tener pluma no implica ser activo o pasivo. Como tampoco ser más superficial o más profundo. Ni más inteligente o menos. Al fin al cabo la pluma es una forma de actuación en sociedad, que nos reviste, pero que no nos da una identidad profunda. La pluma cambia con la sociedad. Tanto su manera de expresión, como su aceptación o rechazo. Vamos hacia una sociedad más andrógina, en la que los hombres y mujeres podremos ir incorporando aspectos del campo contrario, diluyendo las diferencias y haciéndolas menos extremas. Lo importante es que aumente la tolerancia frente al diferente, y que no nos sintamos obligados a representar papeles muy rígidos, ni en el sexo, ni en el género. Que podamos expresarnos con todo tipo de gestos, ropas, maneras, porque la sociedad no necesite marcar las diferencias sexuales de la forma excluyente actual, en donde o eres de un bando o del otro. Que permita que se pueda ser gay de muchas maneras: con pluma o sin ella.