55

55

e

654

9

iniciativas que educan

7

lgm

lgm

das

29

21

BULLYING

65

elsa

MAXIMO POTENCIAL

quiero

mandela

mandela

23

23

NR

NR

POESÍA

POESÍA




esc

CORTO

* MARIO ALONSO PUIG: "LA FELICIDAD ES DESCUBRIR EN LA VIDA EL SENTIDO DE NUESTRA EXISTENCIA" *


MEDITACIÓN Y RELAJACIÓN

sábado

"IN MEMORIAM"

MANIFIESTO DÍA MUNDIAL DE LUCHA CONTRA EL SIDA
COGAM. 2007

Llevamos once años viéndonos aquí, cada 30 de noviembre. Las primeras veces, siempre echábamos en falta a mucha gente. Algunas y algunos pensábamos que a lo mejor no vivíamos otro año para venir aquí a recordar con cariño a quienes se fueron antes. Pero quienes seguimos adelante hemos tenido quizá la suerte o quizá el privilegio de poder acceder a una medicación que ha hecho que nuestra enfermedad aunque igualmente difícil, al menos sea crónica. No es el caso de aquellos con quienes más nos queremos solidarizar con este enorme lazo rojo: por un lado, quienes ya no están y a quienes recordamos con amor y cariño, y por otro quienes por haber nacido donde han nacido, no tienen la posibilidad de acceder a los privilegios del mundo occidental. Han tenido el infortunio de haber nacido lejos de aquí. Viven lejos, donde tener derecho a un tratamiento para el VIH significa haber tenido la “fortuna” de formar parte de un ensayo clínico. O no… igual viven cerca. Muy cerca, tanto que es sorprendente que no podamos verlo. Viven aquí y su situación de irregularidad hace que el sueño con el que vinieron, una mejor vida y una mejor salud, se rompa en pedazos. Tienen la posibilidad de mejorar su situación sanitaria, pero obtener la llave, algo tan sencillo como una tarjeta de color azul, a veces se les dificulta lo indecible. Estos últimos días hemos asistido como espectadores a un recuento terrible de cifras. No queremos repetirlas, porque son muy altas… son tan altas que casi es indignante que las repitamos y nos quedemos impasibles, sin que decirlas en voz alta tenga mayores consecuencias. Duele repetirlas sin que en los minutos que empleamos en leer este manifiesto evitemos que muchas personas contraigan el virus, sean discriminadas por tener SIDA o estén muriendo sin haber tenido acceso a los privilegios sanitarios de este mundo occidental. No queremos leer cifras. Queremos centrarnos en lo que hay detrás de esas cifras y en las realidades que no se ven reflejadas por las mismas. Porque detrás de cada cifra hay un rostro, un nombre y una historia. Y porque además, a pesar de los años que han transcurrido, la reflexión de Philippe Mangeot sigue siendo tan vigente como cuando la hizo por primera vez: “pensar el problema del SIDA sería, para empezar, considerarlo al margen de cualquier sentido. Debería ser una reflexión sobre todo aquello que lo hace posible”. Por tanto, pensar el problema del sida tiene que ser una reflexión sobre la desigualdad, sobre la exclusión, sobre los privilegios de un mundo sobre otro, de un sexo sobre otro, de una identidad sexual hegemónica sobre las demás. Podemos controlar el avance de la pandemia. Podemos y debemos. Pero el SIDA es una cuestión compleja que requiere soluciones complejas y valientes. Es crucial que las personas con VIH tengan acceso a los tratamientos. Pero sólo eso no basta. Es imperativo que las personas, y particularmente los jóvenes y quienes tienen menos recursos, independientemente de cuál sea su orientación o identidad sexual, tengan acceso al preservativo. Pero sólo eso no basta. Es importante mantener y extender los programas de intercambio de jeringuillas. Pero sólo eso no basta. Porque esas medidas no harán que acabe la desigualdad que permite la extensión de la epidemia justo en las partes más pobres del planeta. Porque centrarnos sólo en eso no hará que acabemos con ese otro sida más terrible, el sida social, el de la discriminación, el que condena al silencio, al ostracismo y a la soledad a muchas personas con VIH, en el otro mundo y también en este. Y por último porque de nada sirve repartir miles de condones si no luchamos al mismo tiempo contra el sexismo, la homofobia, la transfobia. Porque de nada sirve dar condones a quienes al mismo tiempo no enseñamos a ser libres, felices y con el derecho de cuidarse y quererse, entre otras cosas, con un condón. Señores y señoras representantes políticos: esfuércense más en controlar la epidemia, y para ello esfuércense también en acabar con todo lo que la posibilita. Particularmente, esfuércense en acabar con el sida social. El discurso antidiscriminatorio de la Administración debe verse traducido en acciones concretas, dignamente presupuestadas. Y esto va para las administraciones y representantes, pero también para toda la sociedad: ni un acto más de discriminación, exclusión, violencia o ataque de cualquier tipo a las personas con VIH. Ni uno más. Tengan en cuenta el crecimiento de la transmisión sexual del VIH y pregúntense si no tendrá que ver con que aquí no se habla de sexo ni de salud sexual con seriedad. Ahí están los resultados. Escuchemos lo que nos tienen que decir tanto el aumento de de infecciones de transmisión sexual entre adolescentes y jóvenes como el incremento del uso de la píldora del día después. Nos dicen a gritos que la prevención de la Abstinencia y la Fidelidad han fallado. Sólo nos queda promocionar con convicción el condón. No como un mal menor, sino como un instrumento del amor, del amor al otro, a la otra y del amor y el respeto a uno mismo. Tengan en cuenta también la desprotección que sufren las personas con VIH más desfavorecidas, los más olvidados y olvidadas por el sistema. Y también a aquellas a quienes, precisamente, ese olvido hace más vulnerables, al excluirles de los circuitos sanitarios, sociales y comunitarios. Recordemos especialmente y con cariño a nuestras compañeras transexuales, a las que han huido de una pesadilla de persecución y acoso en sus países de origen y que aquí se dan de bruces con la exclusión social y laboral y con el hostigamiento municipal en el caso de que decidan, o no les quede otro remedio, que ser trabajadoras sexuales. Dijimos al empezar que no hablaríamos de cifras. Sólo señalar que esas cifras, que no dijimos por dolor, impotencia y vergüenza, tienen que bajar. Y otras, en cambio, deben aumentar. Debe aumentar el presupuesto que se dedica a la Prevención, a la Asistencia, a desterrar la discriminación y a la Educación Sexual y a al Educación para la Salud. Ojalá que en el futuro y hasta que el SIDA sea una pesadilla que le ocurrió una vez a la Humanidad, esas sean las únicas cifras que suban. Así es que, aquí estamos otro año más. Recordando realidades difíciles y duras. Reivindicando mayores esfuerzos y el fin de las desigualdades que sustentan la pandemia. Y con una solución quizá ingenua, quizá antigua. Pero que bien podríamos grabarnos a sangre en la piel. Sabemos lo que necesitamos para acabar con la transmisión del VIH: medios, recursos y educación. Y sabemos que entre lo que necesitamos para acabar con las desigualdades, con la desigualdad de las mujeres, de las personas con VIH, de las personas inmigrantes, de las personas usuarias de drogas, de los y las homosexuales, de las personas transexuales, de los países más castigados por el SIDA están el amor, la generosidad y el empoderamiento. Necesitamos reivindicar nuestra dignidad y el amor. El SIDA no es cosa de unos pocos. Es cosa de todos y todas. Ponerle un cerco es una tarea de cada miembro de esta sociedad, en equipo, como una piña. Sólo sumando, por encima de nuestras diferencias, construiremos un mundo mejor, un mundo más justo, más digno, donde este terrible virus cada vez tenga menos espacio donde moverse. Tenemos la ilusión y la esperanza en que la ciencia encontrará mejores tratamientos y vacunas para la enfermedad. Mientras tanto, ya sabemos que la vacuna para la desigualdad y la injusticia, el medicamento que puede sanar este mundo es el amor. Lo que necesitamos tú, yo, todos y todas es amor.
.
El lazo de este año ha sido diseñado por Petro Valverde
y está expuesto en la Puerta de Alcalá.
.
El Manifiesto fue leído por la actriz Nuria Espert la pasada noche.