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POESÍA

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CORTO

* MARIO ALONSO PUIG: "LA FELICIDAD ES DESCUBRIR EN LA VIDA EL SENTIDO DE NUESTRA EXISTENCIA" *


MEDITACIÓN Y RELAJACIÓN

viernes

HOMOSEXUALIDAD, VERGÜENZA Y RIESGO

GUILLERMO LEONE - PSICOTERAPEUTA - BUENOS AIRES
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Desde pequeños recibimos información que va conformando nuestro sistema de creencias, nuestros valores, la forma en que interpretamos el mundo que nos rodea y también cómo nos percibimos cómo nos significamos y/o valoramos a nosotros mismos. Aprendemos que algunas conductas se consideran “buenas” (aceptables para la sociedad) y otras “malas” (rechazables). Toda sociedad instrumenta sistemas de disuasión para evitar que hagamos lo que considera malo. Estos sistemas disuasivos pueden ser de dos tipos: externos o internos. Como sistemas externos están las leyes, los castigos como por ejemplo la agresión, la discriminación, restricciones de diversa índole y otras formas de violencia y/o sanción social. Los sistemas internos (de auto restricción) son, por excelencia, la culpa y la vergüenza. Éstos últimos requieren para su puesta a punto que el medio -la sociedad- inocule tempranamente al sujeto algunas creencias y/o ideologías que habrán de operar como antagonizadores internos de deseos que los orienten hacia objetivos socialmente rechazados. La vergüenza opera en el ámbito relacional como un regulador de las interacciones sociales. En este sentido disuade a las personas de accionar de modo que perjudiquen sus inserciones sociales, ó, dicho de otro modo: evitar aquello que pudiera provocar rechazo. En su variante del pudor, es una fuerza retroflectiva natural cuya función es la protección; retrae para preservar algunas áreas como la amistad, el amor, el sexo, la espiritualidad, proveyendo una pantalla protectora para el permanente proceso de integración del sí mismo y de la personalidad. En este sentido, “la naturaleza de la vergüenza es la de esconderse”. Esta misma vergüenza que intenta preservar las zonas más sensibles de la vida afectiva se presenta en personas homosexuales como dificultad para dar a conocer la propia orientación sexual o cuando es descubierta o expuesta por fuerza dicha condición sexual. Por ende la vergüenza, en un principio al servicio de preservar los vínculos, los socava cuando es llevada al extremo, creando un circuito nocivo: vergüenza asilamiento como protección perdida de soporte externo incremento de la vergüenza, mayor aislamiento... Nuestra cultura califica a la homosexualidad como defecto, alteración, enfermedad, perversión, etc. y en consecuencia quien es homosexual siente el impulso de retraerse para ocultar ese aspecto de su ser con un doble propósito: preservar su propia integridad (aún hay países en los que se trata de un delito castigado incluso con la muerte) y para preservar los lazos sociales que proveen el soporte externo necesario para la experiencia vital. Sin embargo es imposible ocultarse de sí mismo. La orientación de la percepción de todo organismo puede ser hacia adentro (hacia sí mismo), hacia afuera (ambiente), o en la zona de frontera donde se despliega el contacto; y en este sentido no importa cual sea la orientación, siempre se encontrará con una oposición o rechazo: la homofobia (2) introyectada, la homofobia externa, o la concurrencia de ambas. El campo en el que desarrolla su experiencia una persona homosexual al ser comparado con la experiencia heterosexual presenta riesgos y recursos claramente diferenciados para uno y otro, los cuales no enumeraré en esta nota pero baste pensar en las leyes (reflejo de los valores de una cultura) que consideran este tipo de unión. En síntesis el soporte ofrecido por el ambiente es mucho menor para una persona homosexual. Esto repercute de manera decisiva en el desarrollo y afirmación de una identidad positiva o concepto positivo de sí mismo, y consecuentemente en su grado de bienestar. La homosexualidad es usualmente combatida y en el mejor de los casos es tolerada, pero difícilmente escucharemos que sea apoyada, respetada o reivindicada como no se trate de personas ellas mismas homosexuales. La discriminación, el rechazo, la marginación, la invisibilización y otras formas de violencia dan cuenta, junto con la vergüenza, de que la sociedad persiste en disuadir al homosexual de aceptar sus sentimientos y de actuar en concordancia con los mismos. Todo esto suele provocar estados disociativos -eventualmente graves- a causa de la ruptura entre el sentir y el actuar. Otra posibilidad es que la prohibición de actuar de acuerdo con los sentimientos sea leída como instar a NO SER. Los adolescentes gays y lesbianas, según estudios realizados en Canadá, Australia, Francia y EE.UU. están desde seis hasta catorce veces más expuestos a intentar el suicidio que los adolescentes heterosexuales. Siguiendo el patrón de “mejor muerto que homosexualalrededor de la mitad de los jóvenes que intenta el suicidio suele hacerlo por motivos relacionados con su sexualidad. En las consultas de adolescentes y jóvenes homosexuales se presentan sensaciones de inadecuación, de falta de sentido, confusión en la identidad de género; pánico frente al posible rechazo, miedo a la anormalidad, soledad, y otras que evidencian falta de apoyo externo o temor a dicha falta. Las estadísticas de suicidio suelen englobar estos casos bajo el diagnóstico de “depresión” y en consecuencia encubren los verdaderos móviles que llevan a estos adolescentes a la muerte. Hay profesionales cuya dificultad para aceptar a un ser humano que siente diferente, sumada a su propia inseguridad les lleva a tomar como único parámetro válido la propia sexualidad. En consecuencia descuidan o maltratan a estos jóvenes instándolos a hacer modificaciones en su orientación sexual, las que sólo son posibles en un nivel volitivo -conductas- y no en el nivel emocional-afectivo. Estos jóvenes, deseosos de ser aceptados, ciertamente harán su mejor esfuerzo por ello. Sin embargo, intentar cambiar la orientación sexual de alguien no es más que una forma más de discriminación, con consecuencias que pueden ir desde un aumento en los sentimientos de vergüenza, inadecuación y fracaso, hasta estados disociativos, paranoias, situaciones de riesgo y descuido y/o auto agresión. Es muy alto el riesgo a que se encuentran expuestos los adolescentes signados tempranamente como blanco de agresiones en la escuela, en sus barrios o en su propia casa; faltos del apoyo con que otros adolescentes cuentan y sometidos a una cuota adicional de stress que muchas veces los excede. La mayor parte de ellos no ha tenido acceso a información adecuada sobre su propia sexualidad y han sido expuestos a situaciones embarazosas, bromas, abusos diversos o chistes degradantes. Muchos jóvenes homosexuales que crecen en ambientes homofóbicos suelen ver el suicidio o el abuso de drogas como una salida posible y se encuentran mucho más predispuestos a enfermedades mentales que quienes crecen en un ambiente de mayor soporte externo. Las opciones que se le presentan a una persona homosexual son dos: o niega parte de su ser (sabemos que quien desoiga su propio deseo no tendrá chance alguna de sentirse pleno y encontrar felicidad); o enfrenta la vergüenza de ser quien es y la consecuente “amenaza de exilio”; asimismo, por este camino la vergüenza y la homofobia internalizada, (introyecto homofóbico) pueden llevarlo al propio descuido (auto agresión, sexo desprotegido, etc.) incluso muerte. Rechazar lo que alguien siente a fin de ser aceptado lo condenará a vivir una mentira en la que quizás, si eventualmente forma una familia, involucre a otras personas acarreándose mayor culpa y muchas veces dolor también a otros. El desafío, para alguien homosexual que desee advenir persona y apropiarse como tal de su derecho a la felicidad, será desarrollar resiliencia (en psicología es la capacidad salir fortalecido de eventos traumáticos) frente a las diversas formas de rechazo y/o de maltrato; y junto con esto deberá atravesar la vergüenza. Esto sólo se consigue transitando un complejo proceso de reatribuciones al que denominamos “coming out” o “salir del armario”. Será esta una condición sine-qua-non para quien desee trascender el mero acto sexual y desarrollar una “identidad positiva” que integre su deseo y sus afectos adecuando a ellos su accionar; en términos gestálticos hacerse responsable de lo que siente, inaugurando así la dignificación de sus sentimientos; su posibilidad de ser feliz y nada menos que su ser persona y ya no objeto. Dice Perls: “No soy responsable de lo que siento, si lo soy de lo que hago con ello...” Muchas personas hablan de “elección homosexual”. La homosexualidad no es en modo alguno una elección, no podemos elegir lo que sentimos. ¿En algún momento de la vida nos hemos planteado si elegir como pareja un hombre o una mujer?. Simplemente el propio deseo emerge como figura generalmente clara y tomamos cuenta de éste o lo ignoramos. ¿Quién sería tan torpe para elegir algo que sabe, a priori, que ha de acarrear rechazo, desagrado, temor, pena, odio, maltrato, prejuicios... en resumidas cuentas: una masiva pérdida de soporte externo?. El deseo no dejará de existir, y quien lo experimente no dejará de ser quien es. Lo que puede ocurrir es que se confine o niegue ese deseo, no sólo perdiendo la posibilidad de hallar satisfacción y condenándose a ser una persona frustrada e incompleta, sino también perdiendo su posibilidad de pararse ante sí mismo con un sentido de dignidad, de integridad y de respeto por sí mismo. Para concluir citaré al Dr. R. Duranti: “Aquellos que no pueden ver su sexualidad positivamente y viven su homosexualidad como algo clandestino, quedan confinados al sexo marginal. Deben buscar sexo donde puedan sostener ese lugar anónimo que los reduce a ser objetos del deseo ajeno, que les cierra la opción de cuidarse. Y este cuidado no empieza por usar preservativo, sino mucho antes, con la adquisición de una identidad sexual que los ubique en el lugar de sujetos (...)”