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POESÍA

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CORTO

* MARIO ALONSO PUIG: "LA FELICIDAD ES DESCUBRIR EN LA VIDA EL SENTIDO DE NUESTRA EXISTENCIA" *


MEDITACIÓN Y RELAJACIÓN

viernes

CRÓNICA DE UNA REPARACION HISTÓRICA

Mercedes Gallizo, Directora General de Instituciones Penitenciarias,
descubre una placa alusiva a la rehabilitación de la dignidad de los homosexuales
y transexuales perseguidos durante el franquismo en la antigua prisión provincial onubense,
junto al Subdelegado del Gobierno en Huelva
y el Presidente de la Asociación de Ex Presos Sociales, Antoni Ruiz i Saiz

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Olmo Berlinghieri Dalcó -
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Dos golpes secos en la puerta de la habitación del hotel me sacuden del letargo dominical. Una atmósfera densa y húmeda, anuncia con las primeras horas del día, una jornada, que promete ser histórica. Recibo un saludo azorado de Antoni Ruiz; un hombre enjuto, de mediana edad y de sonrisa triste. Sus ojos claros evocan el mar mediterráneo que le vio crecer y la sensualidad de una tierra de múltiples esencias –que escribe hoy su historia– desde la libertad conquistada hace tres décadas.
En 1976, cumplidos los 17 años, Antoni decidió revelar su orientación sexual a su entorno más cercano. Una monja amiga de la familia le denunció ante la Guardia Civil. En aplicación de la Ley de Peligrosidad Social, fue detenido y condenado, sin ningún tipo de garantías procesales, a tres meses de prisión, que pasó en distintos centros penitenciarios. Allí fue vejado y violado repetidamente, y conoció otros modos más abyectos de relación carcelaria. A su término, sufrió un año de destierro. Como Antoni, cientos de homosexuales y transexuales pasaron durante la década de los setenta por las siniestras cárceles de Badajoz y Huelva. Algunos, recibieron palizas y descargas eléctricas como “terapia alternativa para curar su desviación sexual”. Otros, se convirtieron en esclavos sexuales de delincuentes comunes, asesinos y violadores, con la connivencia de un sistema político, que consentía degradación tan extrema, en un intento de aniquilación personal. Hubo quien no lo pudo soportar, y optó por el suicidio. Muchos eran jóvenes, demasiado jóvenes, casi niños. Su delito: amar de un modo diferente a la mayoría; que contradecía la doble moral de una época y un único modelo sexual, rígido y excluyente. Las consecuencias psicológicas de esta infamia, las describe el devenir de un proceso que ha dejado truncadas demasiadas vidas. Las heridas no cicatrizan nunca declara Antoni, de nuevo en prisión... pero en esta ocasión, de otro modo. Como en un sortilegio, su voz suena quebrada por la emoción, e invade las viejas estancias desvencijadas. Enérgico, arremete contra la manifestación homófoba del 18 de junio en Madrid. Declara que han tenido que pasar más de 25 años desde que el último homosexual y el último transexual, cruzaran el umbral de la cárcel onubense, para que se recupere su memoria, y se les rinda un homenaje que, “desgraciadamente, llega tarde, muy tarde, para la mayoría de ellos”. La Directora General de Instituciones Penitenciarias, Mercedes Gallizo, apoyó con su presencia “la reparación de una injusticia” evocando en su discurso al poeta Luis Cernuda, que no ocultó su homosexualidad: “Libertad no conozco sino la de estar preso en alguien... y que este acto sea también un homenaje a los que como Cernuda soñaron con decir algún día lo que aman”... El descubrimiento de una sencilla placa en el añejo muro de la prisión provincial, pone fin a un acto de reparación de un atropello secular: Para una generación de españoles, este establecimiento penitenciario fue símbolo de castigo y exclusión social hacia quienes decidieron ejercer su libertad y desarrollar una orientación afectiva diferente. Quede esta placa como reparación de la sociedad democrática a una injusticia histórica en recuerdo de los homosexuales y transexuales que fueron encarcelados y como compromiso de que ninguna otra generación tendrá que pasar por nada semejante”.. se rinde justo homenaje a las víctimas de la peor de las injusticias, la que consiste en discriminar a las personas por lo que son y no por lo que hacen”. Y es el resultado de una lucha sostenida en el tiempo por el movimiento feminista, la izquierda plural y las organizaciones de lesbianas, gays y transexuales, que cada 28 de junio han salido a la calle para pedir igualdad. Antoni, nos despide satisfecho, con una simulada media sonrisa. Nos descubre una mirada dulce, adolescente, ingenua y soñadora... congelada en el tiempo. Ha sabido reconstruir un pasado duro. Lo hace sin resentimiento y perdonando. Con el convencimiento de que su esfuerzo no ha sido baldío.