PEDRO ZEROLO: UNO MÁS, NADA MENOS - MEMORIA VIVA DE NUESTROS SUEÑOS
“El
poema no existe si no puedo decirlo susurrando a tu oído. El
poema no existe si no puedo escribirlo en la desnudez de tu cuerpo”.
Blas Infante.
JUAN CRUZ - EL PAÍS
Las
personas no mueren nunca, siempre que estén en nuestra memoria. Pedro Zerolo sigue riendo en nosotros, indignándose con nosotros,
amando con nosotros, siendo ciudadano con nosotros. Nosotros nos
vemos en Zerolo.Es un estímulo para vivir, o para luchar por la
vida. Él luchó por la vida, una lucha a muerte en la que ganó esta
impostora; pero primero luchó por la vida, por la libertad de la
vida, de los otros. No fue ni cicatero, ni mentiroso, ni rencoroso,
ni hipócrita; hizo de la risa (esa risa que ahora no sólo está en
la memoria porque se fue sino en la vida porque está) su arma de
batalla, su espada de fuego, su cara más feliz, y también más
libertaria.Como su padre, como el tiempo y la realidad y del sueño
de los que viene, fue republicano, y su última ambición, como
ensayista, como pensador, como ser humano, fue escribir sobre esa
republicanía; Yo
soy republicano podría
haberse llamado ese libro del que hablaba como si estuviera dibujando
una prórroga en el tiempo imposible; a él se le adelgazó pronto el
futuro, pero apuró el tiempo como si lo estuviera besando de
noche.Era un ser humano emocionante, abogado (y abogado de veras,
ejerciente) de las causas difíciles; ser maricón en sus tiempos era
más arriesgado que ir a Vietnam, y él arrostró los lugares
comunes, hizo bandera (bandera de arcoíris) de esa pasión por
defender el amor contra viento y marea de los mareados clérigos de
los tiempos más oscuros, y se hizo líder indispensable de un
pensamiento, de una actitud, de un país que gracias a él fue mejor,
más abierto, más tolerante, más culto, mejor que aquel país del
que venía, del que veníamos; aquel país sórdido y triste que aún
asoma por ahí bajo los faldones oscuros de la hipocresía.En él nos
hemos visto desde que un día hizo de la sonrisa, de la verdadera
sonrisa, no de la sonrisa impostada de los que buscan votos simulando
risa cuando hay burla, su manera de ser y de acompañar a aquellos a
los que la incomprensión (y la burla, precisamente) les ensombreció
el rostro, el porvenir, la vida.Ahora ya ese Zerolo al que amamos,
ese que está con nosotros, seres humanos conmovidos por su
desaparición, confortados por su enorme presencia en las almas de
los que lo conocimos, tiene una plaza.Quedamos en Zerolo.Nos
quedaremos a vivir a la sombra de esa plaza, en la que él es ahora
el árbol más grande, el más alto y también el más humilde. Un
árbol Zerolo riendo en la plaza en la que vamos a quedar.Nos vemos,
nos seguiremos viendo, en Zerolo, ese árbol de los colores del
arcoíris.