La pasada noche, en un estado de duermevela y con la cabeza
embotada por la escucha intermitente del tercer capítulo del audiolibro *Demian, me fui a dormir bastante
aturdido.
Al alba me desperté angustiado. Había tenido una pesadilla
reveladora:
Me encontraba con mis hermanos mayores, en una hora imprecisa
de la madrugada y sin saber muy bien qué
hacer, en una vía férrea semiabandonada
que atraviesa los montes de León. Rodeados como estábamos de restos
ferroviarios desvencijados, cada uno se entregaba distraídamente a tareas banales sin prestar demasiada atención a lo que hacíamos individualmente.
Por increíble que pueda parecer conseguí poner una lasca descomunal
muy blanca, frágil y aterciopelada - que me triplicaba en tamaño - en medio de
la vía. Sin considerar las consecuencias de una acción tan demoníaca me alejé del lugar. Más tarde tome clara conciencia del
tremendo desaguisado que habría de acontecer si no la cambiaba de sitio.
Infructuosamente no la conseguía mover. Presuroso, le pedí ayuda a María que ni se inmutó enfrascada como estaba en chocar piedras contra una
traviesa. Javier apenas tuvo tiempo para reaccionar; una vieja
automotora de los años cincuenta apareció sorpresivamente a gran velocidad. Con gran estruendo impactó y desplazó de la vía a la enorme piedra que se tambaleó ligeramente sin perder la posición vertical.
Acongojado y lleno de vergüenza traté de eludir mi
responsabilidad con argumentos inverosímiles, a cada cual más
torpe.
Me desperté. Había sido un mal sueño… pero
inmediatamente me acordé de los adolescentes LGBTI y escribí en mi diario:
Docente: ¿Te parece
decente que cincuenta jóvenes homosexuales y transexuales se quiten la vida
cada año sin que la comunidad educativa haga prácticamente nada por evitarlo?
El miedo nos paraliza,
pero también nos interpela en lo más profundo de nuestras conciencias.
* El capítulo 2 de la novela describe magistralmente el acoso que sufre en el instituto su protagonista, Emile Sinclair, un niño de diez años que está siendo extorsionado repetidamente por Kromer, un adolescente sádico que le manipula y somete hasta extremos inusitados.
Quien no se conmueva y enoje ante semejante atropello tendrá que hacérselo mirar porque ciertamente es espeluznante el destrozo psicológico que provoca en su víctima el joven maltratador.
* El capítulo 2 de la novela describe magistralmente el acoso que sufre en el instituto su protagonista, Emile Sinclair, un niño de diez años que está siendo extorsionado repetidamente por Kromer, un adolescente sádico que le manipula y somete hasta extremos inusitados.
Quien no se conmueva y enoje ante semejante atropello tendrá que hacérselo mirar porque ciertamente es espeluznante el destrozo psicológico que provoca en su víctima el joven maltratador.