Después de ver Con amor, Simon con mi padre le conté que soy gay en el coche de vuelta. Encontré el coraje para hacerlo en esta película".
"Salí del armario viendo Con amor, Simon. Mis amigos estaban allí, mis padres también, el cine estaba lleno. La gente se ha reído, ha llorado y ha aplaudido durante toda la peli. He hecho amigos y todo".
"Hoy es un día importante porque conseguí atreverme a salir del armario delante de mis padres, Me sentí valiente tras haber visto Con amor, Simon. Esta película me ha enseñado que la gente como yo puede ser querida y merece ser querida".
"He
visto la película tres veces y la disfruto más cada vez. Al salir
del cine solo puedo pensar: "Dios, ojalá hubiera existido esta película cuando era adolescente".
Esta
es solo una pequeña muestra de uno de los fenómenos culturales (y
sociales) del momento en Estados Unidos, la película Con
amor, Simon. Un
millón de personas ha ido a verla el fin de semana de su estreno en
Estados Unidos, todos la recomiendan con entusiasmo (la nota media
del público -recogida por la empresa más fiable en estas
mediciones, Cinemascore-, ha
sido la máxima,
A+, una proeza solo lograda por 77 películas en 36 años) y en solo
tres días ya ha sobrepasado su presupuesto de ocho millones de
euros.
Pero
lo que está convirtiendo a Con
amor, Simon en
un fenómeno cultural sin precedentes son los cientos de adolescentes
que están
contando a
la salida de los cines y en redes sociales cómo se animaron a salir
del armario tras verla, los padres que aplauden la sensibilidad de la
película y las familias enteras que pasaron la tarde en el cine
riendo, llorando y, por supuesto, alegrándose con el final feliz.
Una experiencia catártica, trascendental y colectiva pocas veces
vista en la historia del cine. La película llegará a España en
junio. ¿Pasará lo mismo que en EE. UU.?
¿Qué
tiene esta película para estar cambiando la vida de tanta gente?
Respuesta corta: ser muy bonita. Respuesta larga: seguir leyendo.
Basada
en la novela Yo,
Simon, homosapiens, de
Becky Albertalli, esta comedia romántica gay dirigida por Greg
Berlanti (Nueva York, 1972; responsable de series como Dawson
crece y Arrow) ha
hecho historia al tratarse de la primera comedia de temática gay
producida por un gran estudio. Fox la está distribuyendo en los
multicines y la crítica la ha abrazado con críticas entusiastas.
Esta conversación social la está transformando en una adorable
revolución. mon
es popular, sus padres le quieren y sus amigos siempre están
contentos porque saben que son los más fotogénicos del instituto.
Técnicamente, Simon no es “exactamente igual que tú”, sino una
fantasía. Un chaval privilegiado y sin pluma al que todo le va a ir
fenomenal sencillamente porque es el protagonista de una película
para todos los públicos. Y esa es la subversión que propone Con
amor, Simon, porque
tras décadas de personajes LGTB atormentados, perseguidos y
siniestros, no hay nada más transgresor que una comedia inofensiva,
positiva y predecible donde el público jalee al protagonista en su
búsqueda de la felicidad. Una película que se ha hecho mil veces
antes, pero nunca con un personaje gay.
“Estoy
harto de vivir en un mundo en el que no puedo ser yo mismo”,
exclama Simon, “yo también merezco una gran historia de amor”.
Su conflicto, por tanto, no es contra su propia sexualidad (eso lo
tiene claro desde la primera escena) sino con su libertad para
vivirla y eso es algo que cualquier adolescente, heterosexual o no,
puede identificarse.
Simon
se niega a ser el estereotipo de mariquita secundario
que lleva años salpimentando comedias románticas con comentarios
sarcásticos, referencias a Madonna y consejos sobre moda. En el
libro, Simon lamentaba su suerte: “Sé que no soy el protagonista,
como mucho seré el mejor amigo del protagonista”. La comunidad
LGTB crece acostumbrada a ver películas sobre heterosexuales y a
proyectar sus sentimientos sobre historias que no le representan, un
ejercicio mental que ningún heterosexual tiene que hacer ni se
plantea.
La
salida del armario de Simon es recibida por sus padres (la
quintaesencia del matrimonio de clase media-alta progre,
interpretados por las personas más blancas de Hollywood, Jennifer
Garner, conocida
últimamente por películas cristianas, y Josh Duhamel, de la
saga Transformers) con
un tipo de ternura que solo existe en las comedias románticas.
“Tú
sigues siendo tú”, dice su madre, “pero ahora por fin puedes
respirar y ser más tú mismo de lo que has sido en mucho tiempo”;
mientras, su padre se disculpa por todas las bromas sobre chicas que
lleva años haciendo: “Solo quiero que sepas que te quiero y que no
cambiaría nada de ti”. Esta escena, absolutamente inverosímil
(hasta el padre más liberal expresaría cierta preocupación
instintiva por el bienestar de su hijo), sienta las bases del tono de
fábula de la película.
Salir
del armario supone el primer acto de madurez de cualquier persona
LGTB y le enfrenta al terror de provocar rechazo, decepción o
vergüenza a dos personas que, hasta ese momento, le han hecho creer
que iban a quererle incondicionalmente. Y esa posible reacción
negativa es mucho más hiriente que cualquier bronca que te hayan
podido echar tus padres durante toda tu infancia: no te castigan por
algo que has hecho, sino por algo que eres.
Según
un estudio de
la Universidad de Chicago, los jóvenes LGTB tienen un 120 % más de
posibilidades de quedarse sin hogar y el triple de posibilidades de
plantearse el suicidio que los adolescentes heterosexuales. La falta
de referentes familiares, sociales y culturales alimentan la
percepción de que ser LGTB es una anomalía.
La campaña de 2008 en la que Pixar compartió vídeos de varios de sus artistas prometiendo que todo iba a mejorar (It Gets Better) supuso cierto consuelo para los chavales, pero también sugería resignación: aguanta la que está cayendo que después la cosa irá mejorando. Con amor, Simon,por el contrario, es eufóricamente rompedora porque anima a hacer todo lo posible por no esperar a que el futuro mejore sino a actuar ya para que el presente mejore.
“Creces
tan acostumbrado a existir con las cosas tal y como están”, escribió
el crítico del New
York Times, “que
ni siquiera te das cuenta de las matemáticas que llevas toda tu vida
haciendo para sentirte identificado con personajes heterosexuales en
el cine comercial”. “Con
amor, Simon carece
de la pulsión sexual de otras películas gais minoritarias de arte y
ensayo, como Moonlight y Call
me by your name, porque
el verdadero romance ocurre entre Simon y su propia identidad
pública. Salir del armario es mucho más importante que su
deseo”, explicó
la periodista del New
Yorker.
La
crítica de The
Atlantic presta
atención a una característica habitual en los adolescentes que
están dentro del armario: “Durante la trama en la que un compañero
de instituto le amenaza con sacarle del armario públicamente, Simon
se muestra irritable o distante, porque vive su día a día con una
preocupación en su cabeza”.
De
momento, Con
amor, Simon ha
tenido una audiencia femenina del 58 % y una afluencia de menores de
25 (un segmento de la población que cada vez va menos al cine) del
59 %.
Puede
que sus conflictos no sean tan cinematográficos como un rechazo
paterno, un acoso escolar o una tortuosa homofobia interiorizada,
pero sí va a cambiar, mejorar e incluso salvar vidas fuera de la
pantalla. Como ha explicado el director canadiense Xavier Dolan, “si
hubiera existido esta película cuando tenía 15 años, quizá no
habría tenido que mentir a mi padre y decirle que ese póster de
Ashton Kutcher era para mi prima”.
Ese
beso final es un triunfo para todos los que alguna vez han sido Simon
y nadie ha querido escuchar su historia. Hasta ahora...